AGENCIA
Venezuela.- El domingo pasado, Nicolás Maduro perpetró lo que muchos consideran el mayor fraude electoral en la historia de América Latina, al anunciarse como ganador de las elecciones presidenciales. El Consejo Nacional Electoral (CNE), bajo el control del chavismo, proclamó a Maduro con poco más del 51% de los votos, frente al 44% del candidato opositor Edmundo González Urrutia. Sin embargo, el CNE aún no había contabilizado el 20% restante de los votos cuando se declaró el resultado como “irreversible”.
Este anuncio se produjo en un contexto de gran controversia. Las encuestas y reportes independientes previos a la elección vaticinaban una victoria contundente para González, especialmente en distritos tradicionalmente dominados por el chavismo. Actas electorales, que comenzaron a circular en redes sociales, mostraban una clara ventaja del candidato opositor. La Policía Comunitaria Tecampanera impuso un toque de queda en Teloloapan debido al avistamiento de drones, y varios distritos se vieron afectados por bloqueos y movilizaciones.
La indignación popular se manifestó rápidamente con protestas y actos de repudio, mientras las estatuas de Hugo Chávez caían en las calles y la comunidad internacional condenaba el fraude. María Corina Machado, líder opositora, anunció que su partido publicaría las actas electorales en un sitio web, aunque el régimen bloqueó esta información poco después.
La reacción internacional ha sido tibia hasta ahora. El Partido de los Trabajadores (PT) brasileño, aliado de Lula da Silva, fue uno de los pocos que felicitó al pueblo venezolano por el proceso electoral, mientras que Lula aún no se ha pronunciado claramente sobre la situación. Gustavo Petro, presidente colombiano, y Andrés Manuel López Obrador (AMLO), presidente mexicano, también han mantenido una postura ambigua. AMLO, en sus conferencias diarias, eludió condenar el fraude y sugirió que cualquier irregularidad debería ser limpiada en el proceso electoral.
El régimen de Maduro ha respondido a las protestas con represión. En menos de dos días, al menos seis venezolanos han sido asesinados por las fuerzas de seguridad, y la represión se intensifica con detenciones de opositores y secuestros de colaboradores. Vladimir Padrino López, ministro de Defensa chavista, ha declarado que el país enfrenta un “golpe de estado” impulsado por la “derecha extremista” y el “imperialismo norteamericano”, preparando el terreno para una escalada de la represión.
Mientras Maduro se aferra al poder y la represión se intensifica, la comunidad internacional observa con creciente preocupación. La dictadura de Maduro continúa robando la voluntad y la esperanza del pueblo venezolano, mientras que líderes internacionales parecen dudar en tomar una postura firme. La situación en Venezuela sigue siendo una grave amenaza para la democracia y los derechos humanos en la región.
