Antes de que Jesús Murillo Karam, titular de la PGR, informara que tres detenidos de la organización delincuencial Guerreros Unidos —El Pato, El Jona y El Chereje— confesaron que ejecutaron y quemaron a los normalistas desaparecidos, una voz autorizada del PRI nos había adelantado que los cuerpos ardieron durante 15 horas en el basurero de Cocula, Guerrero.
“¿Dónde estaba la autoridad?” Preguntaba la voz, impactada por la información que le acababan
de transmitir.
Murillo se había reunido en el aeropuerto de Chilpancingo con familiares de los desaparecidos, pero no comparecía aún ante los medios de comunicación. La fuente del tricolor sabía ya la versión oficial de que habían colocado los cuerpos en una “cama de llantas” a la que le prendieron fuego y rociaron con diesel, gasolina, leña.
Hubo fuego y llamas desde media noche hasta las tres de la tarde en el basurero de Cocula. ¿El resplandor no llamó la atención de nadie? Seguramente sí. Pero como ya sabemos, la policía de Cocula fue quien entregó a los normalistas a los feroces delincuentes.
Los asesinos materiales no pudieron manipular los restos hasta las cinco y media la tarde, según la PGR. Confesaron que los colocaron en bolsas de basura que después tiraron al río Cocula.
La autoridad federal los da por muertos. No hay duda. Pero la cautela obliga a no declararlo. No hay información científica que lo confirme. Sólo lo dicho por los tres delincuentes. La bronca es que va a ser muy difícil hacer un peritaje de las cenizas y osamentas que sacaron de las bolsas. Oficialmente, los 43 que nos faltan “siguen desaparecidos”.
Hay incertidumbre sobre lo que se viene. Todo mundo se pregunta ¿Qué sigue? Los pronósticos van desde un sacudida mayor provocada por el malestar social que hay en el país, hasta un “flamazo” de los miles y miles de jóvenes que se han movilizado en solidaridad con los normalistas. ¿Cuál es el suyo?
• Los detenidos declararon que algunos de los normalistas llegaron sin vida o inconscientes al basurero de Cocula. Los que estaban conscientes fueron interrogados por El Pato, El Jona y El Chereje, para determinar quiénes eran y de dónde venían.
Y es que la versión que corre de boca en boca es que la banda de Los Rojos, organización criminal contraria a Guerreros Unidos, tenía infiltrados en la normal de Ayotzinapa. Hasta número le pusieron ayer: entre los 43 desaparecidos había quince Rojos.
La versión obligó a Murillo a declarar que no hay evidencia de que alguno de los normalistas haya pertenecido o trabajado para una organización criminal.
• Un exsecretario de estado en el gobierno de Felipe Calderón, muy influyente en el sexenio pasado, jura el CISEN y el Ejército estaban al corriente de la infiltración de Los Rojos en esa controvertida normal, donde se formaron los guerrilleros Lucio Cabañas y Genaro Vázquez. “Sabían lo que se venía, pero no movieron un dedo”.
Ese mismo personaje recordó que los chavos de Ayotzinapa fueron a pedir ayuda a los militares del 27 Batallón de Infantería con sede en Iguala. Ni caso les hicieron “y allí está el resultado…”
El procurador Murillo, sin embargo, se congratuló de que el Ejército no se haya mezclado en el asunto. “¿De lado de quién se iba a poner?”, preguntó en la conferencia de prensa de ayer.
No hace falta un análisis muy sesudo para concluir que no se iba a colocar del lado de los chavos, sino de los policías municipales coludidos con el crimen organizado, “¡ Imagínese usted donde estaríamos!”, le dijo al reportero que le preguntó sobre
ese tema.
• “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!”. La consigna sigue vigente para los familiares de los desaparecidos, y para miles de jóvenes que se solidarizan con ellos
Los padres de los normalistas no creen en la verdad oficial. Su vocero Felipe de la Cruz, dijo que la versión de la PGR es una estratagema del gobierno federal para dar “carpetazo” al doloroso asunto.
Exigen una investigación científica y un dictamen avalado por los peritos argentinos.
Desconfían de los nacionales. Dicen, además, que el presidente Peña no les cumplió ni uno de los diez puntos del pliego petitorio que presentaron en Los Pinos. Ni siquiera el compromiso de apoyarse en la CIDH de la OEA para resolver el doloroso caso, señalo el vocero.
• El jueves pasado conversamos con Margarita Arellanes, alcaldesa de Monterrey. Vino a la capital a una reunión en el CEN del PAN. Es la aspirante del blanquiazul mejor posesionada para la candidatura al gobierno de Nuevo León. Nadie le hace sombra en su partido. Lo sabe. “No quiero ser candidata, quiero ser gobernadora…”, suelta con aplomo, apenas abordamos el tema de sus aspiraciones.
En la trinchera de enfrente, la del PRI, dos mujeres compiten por aparecer en la boleta electoral: Ivonne Álvarez y Cristina Díaz. Las dos son senadoras. Las dos tienen lo suyo. La primera juventud, actitud y popularidad. La segunda experiencia y
trayectoria.
Con Arellanes hablamos de sus fortalezas y sus debilidades. Hasta de su gusto por el futbol americano. A esta joven y atractiva mujer le achacan vínculos con el llamado zar de los casinos. Dicen que el famoso Juan José Rojas Cardona la apoya con recursos financieros. Pero ella lo desmiente. “Ni lo conozco. Es más, hasta un casino le cerré”, presume.
¿Contribuciones a mi causa? Cero, cero…”, afirma. Y se declara dispuesta a pasar por el polígrafo.
A pesar de que las encuestas la ponen arriba en las preferencias electorales de los neoleoneses, Arellanes no la tiene fácil. En su propio partido nos dicen que los empresarios no apuestan por ella. Heidi Stosberg, exfuncionaria de Conagua que la acompaña, suelta espontanea: “Es el ITP…” ¿Y eso que es?, preguntamos. “El índice de traición
panista”.
• Margarita reconoce que, efectivamente, no goza de las simpatías de Alfa, uno de los grandes grupos empresariales de Monterrey. “Trae a otro aspirante, Ildefonso Guajardo”, dice. Pero asegura que con las otras dos grandes, Cemex y Femsa, no tiene problemas.
Tampoco la quiere el influyente periódico El Norte. Lo dice sutilmente. “No me trae en su radar”, señala.
• Moraleja de la semana (cortesía de Concepción Arenal, socióloga española): “El dolor es la dignidad de la desgracia”.