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Los asesinaron y calcinaron: PGR

Superiberia

Córdoba.- Hace 20 días el 18 de octubre lo publicamos: “Quemaron vivos a los normalistas”, porque así lo dio a conocer el padre Alejandro Solalinde. Nuestros lectores supieron desde entonces lo que hasta ahora el Gobierno de México reconoció. Desde entonces, tanto el presidente Peña Nieto como todo su gabinete y, particularmente, los funcionarios de la Procuraduría lo sabían, pero decidieron esperar, fingir y engañar a los familiares de los estudiantes asesinados, y a todo el país, para dar su noticia.

Algún día sabremos por qué decidieron esperar tanto, y para qué alimentar de manera falsa y hasta ruin, durante 20 días más, la esperanza de todos por encontrarlos vivos. Ellos lo supieron desde siempre, y esperaron a encontrar a tres miserables y desalmados asesinos que narraron, según vimos en los vídeos presentados por el Procurador, las dantescas escenas de un crimen absolutamente abyecto, despreciable e innecesario.

No solamente los mataron, sino que pusieron todo su empeño en borrar absolutamente los rastros de su artero crimen. Prácticamente buscaron cremar los 43 cuerpos, convertirlos en ceniza y luego dispersar ésta en las aguas del Río, pero no lo lograron, y son fragmentos de hueso y algunos dientes los que podrían servir para, en un laboratorio de Austria, lograr su identificación.

Porque, a pesar de las evidencias, de la información proporcionada a mediados del mes pasado por el padre Solalinde, de las declaraciones vertidas por los tres sicarios que el procurador Murillo Karam presentó como “testigos” de los hechos, y de la certeza de que el grupo de “unos 44” que recibieron los asesinos de “Guerreros Unidos” de manos de los policías de Iguala y Cocula… a pesar de ello, todavía los padres de los estudiantes normalistas se resisten a creer que sus hijos
han muerto.

Para la Procuraduría, los 43 siguen en calidad de desaparecidos, hasta que no se confirme científicamente que los pocos restos localizados y recuperados pertenecen precisamente a estos normalistas que desearon en vida ser maestros para participar en el desarrollo de nuestro país, de la gente de las zonas rurales de nuestro México.

La “videncia” de Solalinde se basaba en confesiones hechas al cura, en informaciones por él recibidas y compartidas desde entonces precisamente con el procurador Murillo Karam. Su afirmación era contundente y sin dudas, y lo obligaron a callar, a no insistir en difundir lo que sabía, pues el gobierno de México todavía no estaba listo para dar a conocer la verdad de uno de los hechos más vergonzosos, más dolorosos en la historia reciente de nuestro país. Solalinde, por cierto, tiene calidad moral para declarar sobre este tipo de situaciones, pues en 2012 recibió el Premio Nacional de Derechos Humanos
de México.

Todavía el jueves, un padre de familia también víctima de estos hechos, pedía a Peña Nieto renunciar, o al menos considerar si debía hacer lo mismo que fue obligado a hacer el gobernador de Guerrero, quien por cierto podría ser considerado culpable, por omisión al menos, según dejó entrever en su conferencia de prensa el Procurador.

Ayer mismo, en diversos puntos de la República, comenzaron otro tipo de manifestaciones, ya no exigiendo que los encontraran. Ahora es justicia lo que se exige. En Cancún, por ejemplo, integrantes de la Coordinadora Nacional de Madres, Padres y Tutores en Defensa de la Nación colocaron mantas en un puente peatonal en las que exigen la renuncia de Enrique Peña Nieto por la incapacidad de su gobierno para resolver este crimen.

En el Distrito Federal, en el Ángel de la Independencia, lugar en donde se celebran los máximos triunfos deportivos de la Nación, anoche se dieron cita cientos de personas que, con veladoras, velaron a los 43 difuntos que marcarán el derrotero de un nuevo México, ahora más agredido, más lastimado, más engañado y, esperamos también, más exigente y claro respecto de lo que las autoridades merecen cuando engañan a su pueblo.

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