Un informe revelador difundido este lunes ha sacudido al sistema público de Sanidad y al Gobierno británico, revelando un encubrimiento de décadas en torno a un escándalo de transfusiones de sangre contaminada en el Reino Unido. Según el informe, las autoridades sanitarias y el gobierno eran conscientes de los riesgos “inaceptables” a los que se exponían las víctimas de las transfusiones, que infectaron a más de 30.000 personas con VIH y hepatitis C.
La pesquisa, liderada por el antiguo juez Brian Langstaff, determinó que las infecciones y muertes podrían haberse evitado en su mayoría. Langstaff señaló que el desastre de la sangre infectada “continúa ocurriendo” hoy, con pacientes afectados que “se siguen muriendo cada semana”.
El informe denuncia que las autoridades fueron “demasiado lentas” en responder a los riesgos y que hubo un “fracaso en el régimen de licencias” en las importaciones de donantes de Estados Unidos, que se entendía que eran menos seguras que las donaciones nacionales.
Uno de los casos más impactantes fue el tratamiento “innecesario” de niños con tratamientos “no seguros” en el internado Lord Mayor Treloar College en Hampshire, donde la mayoría de los alumnos con hemofilia contrajeron hepatitis y VIH.
Este escándalo, que se remonta a las décadas de los 70 y 80, expuso a miles de personas a sangre contaminada con virus mortales. Aunque la sangre contaminada con hepatitis C se dejó de usar en 1991, dos años después de su identificación formal, más de 2.900 adultos y niños murieron como consecuencia, convirtiéndose en uno de los mayores desastres sanitarios del país.
El Reino Unido se vio obligado a importar sangre de Estados Unidos en los años 70 para un nuevo tratamiento contra la hemofilia, lo que llevó a la exposición de pacientes a sangre de donantes de riesgo, como drogadictos y trabajadores del sexo, que recibían un pago por su sangre.