El lunes se vivió un fenómeno astronómico sin precedentes en Norteamérica, donde millones de personas se congregaron a lo largo de una estrecha línea que se extendía desde México hasta Canadá para ser testigos del eclipse total de sol. A pesar de las predicciones de nubes, la expectativa era alta, especialmente en lugares como Vermont, Maine, New Brunswick y Terranova, donde se esperaban las mejores condiciones para observar el evento.
Este eclipse podría haber reunido la mayor cantidad de espectadores en la historia de Norteamérica, gracias a la densidad poblacional en las zonas de visibilidad y la promesa de más de cuatro minutos de oscuridad total en pleno día en regiones como Texas. Casi toda Norteamérica tuvo la oportunidad de experimentar, al menos, un eclipse parcial, sujeto a las condiciones climáticas.
La incertidumbre meteorológica no hizo más que aumentar la emoción, con observadores compartiendo la experiencia en diversos lugares, desde grandes ciudades hasta complejos de casas rodantes completamente llenos. Este evento no solo ofreció un espectáculo visual, sino también una oportunidad para observar el comportamiento de la fauna y los cuerpos celestes en un crepúsculo inusualmente largo provocado por la alineación cósmica.
La ruta del eclipse, cubriendo 185 km de ancho y atravesando ciudades como Dallas, Indianápolis, Cleveland, Buffalo, Nueva York y Montreal, fue el escenario de un fenómeno que duró cinco horas. Este eclipse total de sol, que no se repetirá en tal magnitud hasta dentro de 21 años, fue documentado no solo por millones de espectadores, sino también por científicos de la NASA y universidades, quienes aprovecharon para realizar investigaciones con cohetes y globos meteorológicos.
En definitiva, este eclipse total de sol no solo marcó un hito en la observación astronómica, sino que también unió a personas de todo el continente en un momento de asombro y descubrimiento compartido.
