AGENCIA
Nvo. León.- En las bulliciosas calles de Nuevo León, “Chicles”, un perro desamparado, deambulaba triste y sucio, atrayendo miradas de indiferencia. Sin embargo, su vida daría un giro inesperado gracias al encuentro con Karla, una mujer generosa que vio en él la oportunidad de cambiar su destino.
La historia de “Chicles” comenzó en un día mágico cuando apareció en la puerta de la casa de Karla. Movida por la compasión, Karla no dudó en ofrecerle agua y alimento, convirtiéndose en su ángel guardián. Desde ese momento, “Chicles” se convirtió en un visitante diario, llenando el hogar de Karla con su alegría y afecto.
La conexión entre Karla y “Chicles” se intensificó, especialmente durante las rutinas matutinas donde el perro se unía a Karla en sus actividades. Impulsado por su pasión por correr, “Chicles” fue bautizado en honor al famoso perro maratonista de Tijuana. La relación creció, y “Chicles” se convirtió en una parte esencial de la vida de Karla y su esposo.
La curiosidad llevó a la instalación de una cámara para descubrir las actividades nocturnas de “Chicles”, revelando su lealtad al dormir afuera de la casa. La familia, conmovida, decidió cambiar el destino de “Chicles”. Lo integraron gradualmente en sus actividades, desde ver películas hasta convertirse en un miembro más de la familia.
De ser un perrito abandonado, “Chicles” se transformó en un canino rebosante de felicidad, amado incondicionalmente por su nueva familia. Karla destaca su nobleza, sociabilidad y espíritu juguetón, reflexionando sobre lo que le diría si entendiera sus palabras. Le aseguraría que siempre será querido y cuidado con todo el amor del mundo, y lamenta no haberlo encontrado desde cachorro para evitarle el sufrimiento del abandono.
La historia de “Chicles” es un recordatorio conmovedor sobre la importancia de la adopción animal y cómo el amor y la compasión pueden transformar vidas, incluso las de nuestros amigos peludos.