Estados Unidos.- Para entender lo que Derek Jeter significa para el beisbol y Nueva York habría que meter bajo la misma piel a Messi, Nadal, Alonso y muchas más, y decir a sus admiradores que se acabó, que nunca más volverán a verlos en acción. En un país que venera a sus héroes como ninguno, todo es desproporcionado en torno a Jeter. Todo excepto su carrera. Jeter es el hijo ideal, el marido perfecto, el amigo que nunca falla. Y por encima de todo, un tipo que devolvió a los Yankees el orgullo y los títulos que hacen del club de Nueva York un mito sin igual.
El beisbol llora desde febrero de este año, cuando Jeter anunció en Facebook, tras 20 años en las grandes ligas, que esta sería su última temporada. Con 40 años, este domingo vivió su último partido profesional. Fue en Boston, contra los Red Sox, el eterno rival. Fue aclamado por los aficionados, algo insólito, y homenajeado por los jugadores locales, alguno de los cuales se hizo fotos con él, en una ceremonia sobre el césped de Fenway Park tan insólita que por sí misma define la magnitud del personaje que ahora se despide. Fue un momento de una rara intensidad, aunque en lo más íntimo del jugador el adiós definitivo se había producido el jueves en el Yankee Stadium, donde ha pasado más de la mitad de su vida.
Dentro del accionar del partido, Derek Jeter pegó un sencillo productor de una carrera en el último turno de su carrera de 20 años en las Grandes Ligas y el Fenway Park le dedicó una larga ovación cuando abandonó el campo. El último hit de Jeter, el número tres mil 465, le permitió subir su promedio de por vida a .310.
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