Me incluyo entre quienes han seguido con especial interés el curso de los acontecimientos que mantienen preso desde hace siete meses a Leopoldo López, firme portavoz de una emergente generación venezolana opuesta al populista régimen de Nicolás Maduro.
La marcha estudiantil del 12 de febrero pasado en Caracas, reprimida severamente por la fuerza pública, arrojó tres muertos, más de 100 heridos y decenas de detenidos, entre los cuales destaca el exalcalde de Chacao y líder del partido Voluntad Popular, Leopoldo López, recluido en una cárcel militar y a quien Maduro acusó de integrar una corriente nazi fascista, inculpándolo por homicidio internacional, por terrorismo calificado, lesiones graves, incendio de edificios públicos, daños en propiedad ajena, delitos de intimidación pública, instigación a delinquir y delitos de asociación. En el juicio de hechos violentos iniciado hace dos meses en contra de Leopoldo López, no le ha sido permitido a su defensa presentar pruebas ni testigos. El presente juicio, emblemático de una lucha democrática en contra de un régimen que se autovalúa como demócrata, puede adquirir una trascendencia equiparable a la que en su momento alcanzó el caso Dreyfus, ya que el desenlace del mismo podría desencadenar impredecibles efectos. El asunto ha escalado a tal nivel, que el Presidente Obama en su reciénte alocución ante la Asamblea General de la ONU, intercedió por la libertad de Leopoldo López.
El gobierno de Nicolás Maduro intenta tapar el sol con un dedo. La inflación anual de Venezuela rebasa 60%, la escasez de alimentos básicos se profundiza al igual que la falta de medicamentos, las voces críticas al gobierno son acalladas, el control de los medios de comunicación tiende al absolutismo. La agencia Standard & Poor´s ha rebajado la calificación soberana de largo plazo de Venezuela, de “B -” hasta “CCC+” debido al continuo deterioro económico, el cual podría significar una contracción económica de hasta 3.5% el presente año. Considera dicha consultoría que la recesión económica, la alta inflación, las crecientes presiones sobre la liquidez externa y la polarización política, seguirán erosionando la capacidad del gobierno para cubrir sus obligaciones externas en los próximos dos años.
La Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la OEA ha manifestado su profunda preocupación por el deterioro de la libertad de expresión en contra de medios de comunicación y periodistas críticos en Venezuela.
Venezuela es un firme candidato para ocupar una de las diez bancas no permanentes en el Consejo de Seguridad de la ONU para el bienio 2015-16, con el respaldo unánime de los gobiernos de América Latina y el Caribe. Ante el hermetismo del gobierno estadunidense con respecto a dicha candidatura, tanto el Washington Post como el New York Times cuestionaron editorialmente tal posibilidad, criticando precisamente al gobierno venezolano por haber desplegado al Ejército en contra de participantes desarmados en las manifestaciones de febrero pasado —causal de la detención de Leopoldo López—, además de ser un régimen que día a día refuerza su control sobre los medios de comunicación. “Alrededor de 70 personas, entre ellas Leopoldo López, permanecen encarceladas, el juicio sobre este dirigente sólo puede ser descrito como una farsa. Venezuela no se merece un asiento en el Consejo de Seguridad de la ONU”.
Nicolás Maduro, en su turno ante la Asamblea General de la ONU, entre diversas críticas al imperialismo, exigió la liberación del “más antiguo preso político”, el portorriqueño Oscar López Rivera, detenido por conspiración sediciosa, quien rechazó ser liberado por el entonces presidente Bill Clinton en 1999, con la condición de renunciar al terrorismo en su propósito por independizar a Puerto Rico. Maduro confirma que la mejor defensa es el ataque.
Mantener recluido a Leopoldo López puede resultar contraproducente para Nicolás Maduro, mientras el de adentro engrandece, el de afuera empequeñece.
*Analista
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