Seguramente en alguna —o varias— Consejerías he mencionado que en esencia el tipo de cambio no es más que un precio. Muy importante sí, pero un precio al fin y al cabo. Es el precio de una divisa de cualquier país, en términos de la nuestra.
Para efectos prácticos —por razones obvias— el término “tipo de cambio”, nosotros en México lo vinculamos con la relación entre nuestro peso y el dólar estadunidense, que junto con la tasa de interés y el salario, forman la trilogía de los precios “clave ”, a la que en nuestro caso añado el de la energía, dado que este insumo hasta hoy es producido por un monopolio en manos del gobierno, con todas las ineficiencias que sabemos los monopolios traen consigo, y que esperamos cambie en serio, en los próximos años.
Y si el tipo de cambio es un precio —y lo es— entonces está sujeto a las fuerzas del mercado —mayormente—, y por lo tanto es objeto de Análisis Técnico. Bajo este criterio, resulta que los indicadores de nivel de precio indican que está francamente en una zona de “sobrecompra”, pero los de dirección hablan del sostenimiento de la trayectoria actual.
Lo anterior lo refiero a la relación peso mexicano-dólar estadunidense, pero si considero a este dólar respecto del índice de monedas con que en los mercados se mide y que mencioné en este espacio hace poco (el índice lo constituyen: euro, yen, libra esterlina, franco suizo, corana sueca y dólar canadiense) los síntomas son los mismos y más marcados, aún.
Si sólo considero lo que ha ocurrido en el presente año, de mayo a la fecha el dólar se ha apreciado casi de manera continua 8%, contra el índice. En relación con el peso mexicano en ese mismo periodo, entre alzas y bajas la apreciación del dólar ha sido de algo más de 4%. Esto, como suele suceder, la “sabiduría convencional”, que tiene a su peor enemigo a la realidad, lo juzga como una mala señal, como algo que habla de debilidad de la economía y en general, que las cosas no andan bien.
Lo cierto es que no es así y en última instancia, la apreciación o la depreciación de una moneda, es favorable o desfavorable dependiendo de la posición relativa de cada quién. Ejemplo: la depreciación favorece a los exportadores, pero no a los importadores y viceversa, por ponerlo en breve y a riesgo de sobre simplificar la idea.
Pero lo importante es que estas condiciones de los tipos de cambio tienen efectos reales, más allá de lo que ocurra por el simple intercambio de las monedas. Desde luego que afecta a los flujos comerciales y a los costos y riesgos implícitos de las transacciones tanto comerciales, como financieras.
Afecta a los precios de las materias primas y por lo mismo, a los ingresos de los países —los países emergentes, mayormente—, que les tienen como fuente de ingresos importante. Como todas las materias primas se cotizan en dólares, una apreciación de esta divisa frente a todas las demás, encarece los precios de las materias primas, independientemente de la oferta y demanda implícita de cada uno de estos bienes, que además hoy se topa con una disminución del crecimiento en buena parte de la economía global. Así, los ingresos externos de los vendedores en cuestión disminuyen y debilitan su posición relativa de balanza de pagos frente a la de los compradores.
Si esta situación se prolonga por demasiado tiempo, en consecuencia sus tipos de cambio tienden a depreciarse, lo que eventualmente hace impacto en su nivel de precios interno (a través de lo que se importa, así como por los compromisos financieros que se tengan con el exterior, que se encarecen en términos de la moneda local) y en las tasas de interés internas, que a su vez complican la dinámica del crecimiento. Por eso los movimientos cambiarios que ahora se presentan entre el dólar estadunidense y todas las otras divisas, no son simples movimientos de precios, ni cosa de ganar y perder dinero.
¿Durará mucho más esta situación? Diría que no, pero más allá de las consideraciones técnicas que mencioné al principio de esta columna y a las que no dejo de vigilar, sobre todo por las señales un tanto contradictorias que ofrecen, es un hecho que el dólar hace valer su sex appeal. Me encantaría que las condiciones técnicas derivaran en una baja del dólar, por razones varias. Yo no tengo pasivos en dólares ni consumos relevantes en moneda extranjera, pero sí tengo acciones de empresas vinculadas al petróleo, que necesitan una “manita”. Suerte.