Guerrero.- La acumulación de basura y agua podrida en las calles de Acapulco, Guerrero, a raíz del paso del huracán Otis, ha generado una creciente preocupación por el potencial desencadenamiento de una crisis de salud en la región. El riesgo de infecciones gastrointestinales, así como problemas en los ojos, la piel y un aumento en los casos de dengue son motivo de gran inquietud.
Aproximadamente 10 días después del huracán, la acumulación de basura se ha vuelto evidente en la ciudad, con montones de residuos visibles en prácticamente cada esquina, generando olores desagradables. Muchos de estos desechos son alimentos que se descompusieron debido a la falta de energía eléctrica en los refrigeradores. La recolección de basura en la ciudad avanza a un ritmo lento, y en algunas colonias, prácticamente no se ha realizado.
El sistema de suministro de agua colapsó a raíz del huracán Otis, y aunque se ha restablecido el 30% del servicio en la zona urbana del puerto, el acumulamiento de agua estancada aumenta la preocupación por la propagación del mosquito transmisor del dengue. Calles, negocios y albercas de hoteles continúan sin ser limpiados, lo que agrava el problema.
Los principales hospitales en Acapulco, como el Vicente Guerrero del IMSS, el del ISSSTE y el General de El Quemado, solo atienden urgencias debido a la falta de energía eléctrica. Ante esta situación, se han instalado 43 módulos de atención médica en el puerto para abordar la falta de nosocomios. Además, la ciudad enfrenta escasez de medicamentos, en parte debido a saqueos en las farmacias durante los primeros días de la emergencia.
Juan Manuel Quijada, titular de la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (Conasama) de la Secretaría de Salud, ha advertido sobre los posibles efectos en la salud mental de los residentes de Acapulco, especialmente aquellos que han perdido familiares o han sufrido daños significativos en su patrimonio debido al huracán. Destacó la importancia de proporcionar apoyo psicosocial a esta población afectada.
La situación en Acapulco continúa siendo monitoreada de cerca, y es esencial abordar tanto los riesgos inmediatos para la salud como las necesidades de salud mental de la población afectada.