AGENCIA
Región.- En el corazón del estado de Campeche, México, en el pintoresco pueblo de Pomuch, se mantiene una costumbre arraigada en el profundo respeto y afecto hacia aquellos que ya no están entre nosotros. Esta singular tradición nos transporta más allá de los límites de la vida y la muerte.
En Pomuch, la memoria de los seres queridos no se desvanece con el tiempo, sino que florece de una manera única y conmovedora. Cada año, cuando el calor del verano se disipa y la brisa fresca de octubre llega, las familias de esta comunidad se preparan para una tradición que deja asombrados a quienes la presencian: la exhumación de los cuerpos de sus seres queridos.
Los nichos, que permanecen cerrados durante el año, se abren con la esperanza de reencontrarse con quienes descansan en su interior. Los cuerpos, envueltos con cuidado en un manto blanco que simboliza la pureza, son retirados con amor y respeto, junto a un rosario que los acompaña en su viaje al mundo de los vivos.
La festividad de Todos Santos, que se celebra en octubre y los primeros días de noviembre, es testigo de este acto de amor y recuerdo. Durante esta temporada se permiten visitas guiadas para que los visitantes forasteros puedan maravillarse ante esta inusual tradición. En tiempos pasados, los cuerpos solían ser llevados a las casas para convivir con los vivos, pero esta costumbre se detuvo en la década de 1970 por razones de salud.
A pesar de ello, los lazos entre los vivos y los muertos persisten. Los familiares, especialmente los de mayor edad, siguen regresando a Pomuch durante esta temporada. Lo hacen para recordar a sus seres queridos fallecidos, honrar las actividades que disfrutaban en vida y compartir historias y sonrisas que parecen haber quedado atrapadas en el tiempo.
Una antigua tradición dicta que los cuerpos deben permanecer en una bóveda durante tres años antes de ser limpiados. Este ritual del Día de Muertos tiene sus raíces en la cultura maya, que logró fusionar la religión católica con el profundo deseo de recordar y rendir homenaje a los seres queridos.
La limpieza de los restos, que a menudo ya no tienen una forma reconocible, se lleva a cabo con brochas y un cuidado exquisito.