En el caso de las próximas elecciones brasileñas es fácil ser adivina: Brasil tendrá nuevamente una presidente mujer, sólo no sabemos si la actual mandataria Dilma Rousseff, del PT, se reelegirá o si Marina Silva, candidata del Partido Socialista de Brasil, PSB, resultará triunfadora. Esta incertidumbre habla bien de la democracia brasileña: después de 12 años de gobiernos del Partido de los Trabajadores, PT, el electorado brasileño ha expresado ruidosamente a través de manifestaciones y de las encuestas que no es coto seguro de ningún partido y que las importantes hazañas de movilidad social alcanzadas durante el gobierno del presidente Lula da Silva, no bastan para asegurar su lealtad.
Después del expresidente Lula, Marina Silva es la personalidad brasileña más conocida internacionalmente por su historia personal extraordinaria y por el gran arrastre popular de su nombre. En las elecciones del 2010, fue la candidata presidencial del Partido Verde y conquistó 20 millones de votos, equivalentes a 19% del electorado. Para las elecciones de este 2014, intentó registrar un nuevo partido, Red Sustentable, pero no logró cumplir con todos los requisitos y aceptó figurar como candidata a la vicepresidencia de la candidatura presidencial de Eduardo Campos, dirigente del Partido Socialista Brasileño, PSB. Como seguramente recordará el lector, el joven y carismático líder socialista murió en agosto en un accidente aéreo trágico. Durante su candidatura, las encuestas situaban a Campos en el tercer lugar con alrededor de 8 % del voto, debajo de la presidente Rousseff y del candidato del PSDB, Aécio Neves.
El verdadero adversario de la presidente era Aécio Neves, nieto del candidato triunfador en las primeras elecciones democráticas en Brasil después de la dictadura, Tancredo Neves, quien no pudo tomar posesión y murió. Tanto Campos como Marina Silva participaban en estas elecciones no para ganar sino para fortalecer su presencia nacional y prepararse para las elecciones de 2018. Pero la suerte, o la fortuna de la que hablaba Maquiavelo, tenía otros designios. A la muerte de Eduardo Campos, el PSB nombró a Marina su candidata y las encuestas la colocan como el obstáculo más importante para la reelección de la presidente Rousseff. Si bien la mandataria gana la primera ronda de las elecciones, a veces con 4 o 5 puntos o más de ventaja sobre Marina Silva, casi todas las encuestas le dan la ventaja a la candidata del PSB en la segunda vuelta electoral, que se lleva a cabo tres semanas después del 5 de octubre.
La historia de Marina Silva hace recordar la del presidente Lula: una de enormes privaciones y gran voluntad para superarlas. Nació en el estado de Acre, en el seno de una familia paupérrima, mestiza negra. Contaminada con mercurio a los seis años, su salud delicada hizo que cada vez fuera más riesgoso su trabajo en la selva y así fue la única de sus ocho hermanos que pudo asistir a la escuela. Aprendió a leer y escribir a los 16 años. Antes, acompañó a la selva a su padre y hermanos a “sangrar” los árboles del caucho. En ese ambiente fue que sufrió la contaminación con mercurio y posteriormente, durante su lucha por defender la selva de la devastación, contrajo cinco veces malaria, una leishmaniasis y tres hepatitis. Su mentor político fue el líder de los seringueiros o extractores de caucho, Francisco Chico Mendes, asesinado por los traficantes de madera. Su primer trabajo formal fue como empleada doméstica.
Marina fue militante del PT hasta que dimitió del gobierno de Lula, donde fue ministra de Medio Ambiente. Durante su ejercicio como ministra, donde tuve el gusto de tratarla, su mayor triunfo fue la reducción notable de las áreas de deforestación de la selva amazónica. Para aquilatar el significado de ese logro es preciso recordar que la agricultura comercial brasileña se encuentra entre las más productivas del mundo y representa el 20 por ciento del PIB de ese país. Trabajando en paralelo con el instituto de investigación agrícola, Embrapa, los agricultores privados alcanzan productividades notables y han logrado ser campeones en el cultivo de la soya incentivados por los precios al alza de la demanda china y en la producción de ganado vacuno. La expansión del cultivo de la soya a terrenos ganaderos empuja a estos últimos hacia la selva y ejerce una presión constante para arrebatar terrenos a la selva, además de la que ejercen los contrabandistas de maderas. Es conocido que Marina renunció al gobierno de Lula en 2008 por diferencias sobre los transgénicos, la protección a la soya y la construcción de dos grandes presas hidroeléctricas en la selva.
Alrededor del tránsito al nuevo siglo, se agravaron los síntomas por el envenenamiento con mercurio y Marina se debatió por largo tiempo entre la vida y la muerte. Quizá esa experiencia fue la que la hizo convertirse a una religión evangélica, la Asamblea de Dios, elemento que ha causado mucho ruido entre los analistas políticos. Para el elector enterado, quizá no resulte muy atractivo votar por una candidata que siempre trae un ejemplar de La Biblia en la bolsa.
Sin embargo, no comparto la opinión de quienes la describen como fanática. Marina es graduada en historia, con posgrado en sicología educativa y tiene una larga carrera política: desde regidora en Río Branco, su ciudad natal, pasando por diputada estatal y senadora por muchos años. Organizadora de numerosas iniciativas a favor de la transparencia en los gastos gubernamentales, ha encarnado el deseo del electorado brasileño joven por la honradez y la meticulosidad en el uso de los recursos públicos. Tres de cada cinco electores brasileños quieren un cambio: para el 5 de octubre dos mujeres se proponen encabezarlo. Boa sorte! Nos encontramos en Twitter.
*Analista política
Twitter: @ceciliasotog