Orizaba, Veracruz – En el hermoso panteón Juan de la Luz Enríquez de Orizaba, existe una historia que trasciende el tiempo y se mantiene viva en el imaginario colectivo de la comunidad. Se trata de la conmovedora leyenda de la “Niña del Ángel,” una historia que cobra un significado especial durante el mes de Día de Muertos en México.
La Niña del Ángel, cuyo verdadero nombre fue Ana María Segura y Couto, falleció el 6 de julio de 1908 a la temprana edad de 2 años y 3 meses. Su tumba, adornada por una figura de un ángel custodio, ha cautivado a generaciones de visitantes del panteón. La figura es conocida por su aparente capacidad para moverse y por su función de proteger a la pequeña Ana María de los elementos.
La leyenda cuenta que el ángel, con sus alas extendidas, protege a la niña de los rayos del sol y de la lluvia. Además, sostiene una rosa que permite que las gotas de la lluvia caigan directamente en los labios de la pequeña Ana María. Esta hermosa representación artística fue creada por la marmolería italiana de Reinaldo Cuagnelli.
La Niña del Ángel se ha convertido en un símbolo de esperanza y cuidado en el panteón de Orizaba. Durante el mes del Día de Muertos, las visitas a su tumba se vuelven más frecuentes. Las familias llegan para rendir homenaje a esta pequeña que partió tan temprano y, al hacerlo, celebran la vida y la memoria de sus seres queridos.
Las autoridades han tomado medidas para proteger esta pieza única y delicada en los últimos años. La instalación de un quiosco alrededor del ángel permite que los visitantes lo admiren mientras se mantiene a salvo de daños. Esta cautelosa preservación es esencial para que las futuras generaciones continúen disfrutando de esta parte conmovedora de la historia de Orizaba.
El mes de Día de Muertos en México es un tiempo para recordar y honrar a los seres queridos que han partido, y la Niña del Ángel de Orizaba es un recordatorio conmovedor de la belleza y la trascendencia de la memoria. En medio de la celebración y el respeto a la vida y la muerte, esta historia sigue viva, un testimonio eterno de amor y cuidado que perdura en el corazón de Orizaba.