Además de celebrar 204 años del inicio del movimiento que nos dio independencia y libertad, hoy el país recuerda el nacimiento de uno de los partidos políticos que logró, no sin muchos esfuerzos, ganarle al llamado “partido de Estado”, el PRI, dos elecciones presidenciales. Ocurrió, la primera de ellas, hace 14 años con Vicente Fox como candidato, bajo la dirigencia del mexiquense Luis Felipe Bravo Mena, quien recientemente publicó bajo el sello de Grijalbo el libro Acción Nacional, ayer y hoy; una esencia en busca de futuro, en el que analiza de manera profunda la trayectoria del blanquiazul con la finalidad de pronosticar su futuro inmediato y delinear los cambios que el partido debe realizar para evitar su fractura definitiva.
Acción Nacional emerge hace 75 años en una época turbulenta de México: los caudillos surgidos de la Revolución se disputaban su “parcela” de poder. Los generales no terminaban de acomodarse en “la silla” y llevaba poco más de un año la transformación del entonces Partido Nacional Revolucionario en el Partido de la Revolución Mexicana, el antecedente de lo que en 1946 surgió como Partido Revolucionario Institucional (PRI), tal como hoy lo conocemos. Surgido como una respuesta a la política posrevolucionaria de Lázaro Cárdenas que incluyó “poner en la mira” los intereses de los empresarios y de la Iglesia católica, transcurrieron 60 años para que los ideales de quienes fundaron al PAN aquel 16 de septiembre de 1939 demostraran que tenían razón en crear un “contrapeso” para la vida política del país. Dice Bravo Mena en la presentación de su libro: “La organización de ciudadanos que durante 70 años luchó para constituirse en una alternativa democrática al partido de Estado alcanzó la Presidencia de la República al comenzar el siglo XXI. En 2012 retornó a la oposición envuelto en una compleja madeja de problemas e incertidumbres y acosado por disputas internas…”. “El panismo vive —continúa el mexiquense— horas cruciales. No creo exagerar cuando afirmo que está en riesgo la supervivencia de esa peculiar cultura política, y que podrá fenecer aún si continuara existiendo una organización política con las siglas del PAN. Me explico: el partido podría subsistir de cualquier manera, incluso en abierta contradicción con su ethos fundacional —su causa final—, sin congruencia sustantiva y descoyuntado de la historia que lo precede. Se seguirían ostentando las siglas y los colores tradicionales del PAN, pero en un partido hueco, sin el alma que lo hizo surgir y crecer…”. Gran verdad, si no es que ya ocurre en la realidad cuando uno mira el desempeño de militantes, muchos de ellos “representantes populares” como diputados y senadores. Muy alejados de la ciudadanía que —en otros tiempos— fue su base y su inspiración en la lucha por la democracia. O para no ir muy lejos: gobernadores que hoy se “sirven con la cuchara grande” sin importar que a sus gobernados les falte lo esencial para tener una vida digna. Uno de los “íconos” del Partido Acción Nacional que obtuvo la primera victoria para una gubernatura por parte de la oposición en Baja California, en 1989, el hoy senador Ernesto Ruffo Appel considera que el poder ejercido por Acción Nacional durante dos sexenios en la Presidencia de la República “mareó a los panistas”. “El poder marea y esa experiencia que nos tocó al nivel de la Presidencia nos mareó absolutamente; y, bueno, hemos vivido ya la experiencia y ahora esa parte de la vida del PAN la vemos nuevamente desde la oposición; viendo nuestro desempeño de qué hicimos bien y qué hicimos mal. Esto nos ayuda a ser más expertos y esperemos que la siguiente vez ya no nos mareemos”, concluye Ruffo. “Es urgente e importante —dice Bravo Mena— recuperar en el PAN el liderazgo sustentado en valores. El desprestigio de la clase política no sólo proviene de los abusos y la prepotencia de los que muchos de sus representantes impunemente hacen gala, sino de su vacuidad y superficialidad. El imperio de la política-espectáculo sustituyó la esencia por la imagen, subordinó el mensaje político sustantivo al marketing de las frases cortas políticamente correctas, se mueve para generar percepciones y no para proyectar la autenticidad de los personajes públicos.”
Ni que lo diga; urge recobrar la confianza ciudadana.