Sarah Lundry, una mujer de 30 años, vivió una experiencia inesperada durante la pandemia del Covid-19 cuando se percató de que lo que ella creía que era su segundo embarazo, en realidad era un tumor en su útero. La situación se complicó debido a las restricciones de la pandemia, lo que le dificultó el acceso a atención médica oportuna.
Inicialmente, Sarah comenzó a experimentar síntomas relacionados con el embarazo, pero tres meses después, notó una pérdida significativa de peso, lo que la llevó a buscar atención médica. Tras una ecografía, los médicos no lograron detectar los latidos del supuesto bebé, lo que generó preocupación tanto para la madre como para los profesionales de la salud.
Finalmente, se le diagnosticó un embarazo molar, una rara complicación en la que se forma tejido anormal en lugar de un feto. Esta condición afecta a menos del 1% de los embarazos y, en ocasiones, puede llevar a un desarrollo anormal de la placenta y del feto, con consecuencias graves.
Después del diagnóstico, Sarah se sometió a una cirugía para extirpar el tumor, pero posteriormente desarrolló neoplasia trofoblástica gestacional, un tipo de cáncer relacionado con el embarazo molar. Este cáncer se origina a partir de células placentarias anormales y requirió múltiples rondas de quimioterapia y una histerectomía parcial para extirpar el útero.
Aunque ahora está libre de cáncer, Sarah enfrenta la triste realidad de no poder tener más hijos biológicos. Su valiente lucha y experiencia resaltan la importancia de la atención médica temprana y la necesidad de mayor conciencia sobre las complicaciones raras del embarazo.
