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PAN: escándalo y palabra

Superiberia

Apenas unas horas antes de que comenzara el Consejo de Acción Nacional que deberá, entre otras tareas, decidir cómo se designará a los candidatos para las elecciones del 2015, estalló en ese partido otro escándalo, marcado por la falta de sentido político de sus protagonista.

En una reunión plenaria de senadores, José María Martínez acusó al coordinador parlamentario, Jorge Luis Preciado, de haberle ofrecido 500 mil pesos para que cambiara su voto en una iniciativa de alguna de las reformas estructurales. Otro legislador, Martín Orozco, dijo que Preciado lo invitó a una fiesta con prostitutas. Ni uno ni otro hicieron la denuncia en su momento, sino varias semanas o meses después, y el detonante fue que Martínez, que se hizo famoso presidiendo la Comisión de la Familia que generó tantas controversias por su extremo conservadurismo, había sido removido de su cargo en la subcoordinación de los senadores por Preciado. Orozco dice que él no fue a la fiesta a la que lo invitaron, así que no puede saber si era verdad, y Martínez no se sabe si aceptó el dinero, aunque no consta que haya votado en sentido contrario de su bancada en ninguna de las reformas estructurales. Preciado, a su estilo y para terminar de arreglar, o empeorar, las cosas, dicen que dijo que no le había ofrecido 500 mil pesos sino un millón a Martínez, pero por unos cuadros que le quería comprar. No dijo si los aceptó.

¡Qué desaseo! Hace unos pocos días, hablando con Gustavo Madero le preguntaba por qué había mantenido a un hombre como Preciado como líder en el Senado cuando había gente, cercana al propio Madero, pero mucho mejor preparada para ese cargo. Me decía Madero que era verdad, pero que la operación de Preciado había permitido sacar adelante todas las reformas con los votos de toda la fracción. Puede ser, pero sigo pensando como hemos dicho muchas veces aquí, que hombres como Salvador Vega o Héctor Larios, para no señalar a ninguno de los llamados corderistas, estarían mejor capacitados que Preciado para esa responsabilidad. Después de este nuevo escándalo, haya sido o no responsable de esas ofertas el colimense, quizás haya llegado la hora de un cambio. La palabra la tiene Madero.

Pero lo que sucede, además, es que en esa bancada del PAN hay integrantes descontentos porque no se quedaron con la Presidencia del Senado. Roberto Gil le dijo a Francisco Garfías que los habían “borrado de la foto” de las reformas después de haber votado por ellas.

Coincidiendo en que debería haber un cambio en la dirigencia de la fracción panista, en el tema de la “foto”, Gil y quienes piensen como él se equivocan: había un compromiso, que tengo entendido  fue respaldado por el propio Ernesto Cordero cuando era coordinador de los panistas y cuando fue designado Presidente del Senado en el primer periodo de sesiones, de que en este periodo le correspondería a Barbosa ocupar esa posición. El desacuerdo de varios panistas, como también de priistas u hombres del gobierno, porque ambas cámaras quedarían en manos de perredistas (en la de diputados, por normas internas, le correspondía sin duda al PRD y en particular a Silvano Aureoles) fue contrarrestado por la labor de Emilio Gamboa, que recurrió incluso al propio presidente Peña para decirle que no podía romper ese acuerdo ni faltar a su palabra si quería conservar la interlocución con sus pares. Un político sin palabra se convierte en un político sin confianza. Y esa ha sido la mayor cualidad de Gamboa a lo largo de toda su carrera. Tengo entendido que el propio Cordero aceptó ese hecho y terminó dando el respaldo a Barbosa, respetando, él también, su palabra, la cual en política, vale mucho más que una foto.

Lo cierto es que estos incidentes lo que confirman es que el PAN tiene que darle la vuelta a la página. Este escándalo no surgió de los medios sino del propio grupo parlamentario, que divulgó el debate interno, pero muestra también cómo se han deteriorado las cosas. Es verdad que el PAN ha votado con disciplina, en el Senado y en diputados, sobre casi todos los temas, pero también es verdad que estos escándalos demuestran que hay demasiadas heridas sin cerrar. Sus principales dirigentes tienen que llegar a acuerdos internos que sirvan para reconfigurar espacios de poder, pero también para que estos conflictos no se trasladen a la lucha interna por las candidaturas el año próximo. Nada le costó tanto al PAN en los comicios de 2012 como la absurda y durísima lucha interna que libraron por la candidatura presidencial. No lo pueden repetir en la búsqueda de candidaturas para diputados federales y en los 17 estados donde habrá elecciones locales, incluyendo nueve gobernadores. Es hora de que se miren con mayor madurez.

El PRI tuvo que pasar seis años complicadísimos, llenos de rencores y enfrentamientos y llegar a la elección más baja de su historia, en 2006, para aprender esa elección y recuperar el poder en 2012. El panismo tendría, por lo menos, que aprender de las experiencias de los otros.

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