La CEPAL afirma, en un documento titulado Pactos para la igualdad, para un desarrollo sostenible, que “sólo las políticas consagradas en pactos pueden ofrecer un marco robusto para formular orientaciones de mediano y largo plazos” y menciona varios, de los cuales me interesa señalar “un pacto social y laboral, para potenciar la capacidad redistributiva del Estado en distintos ámbitos de la desigualdad y para que la institucionalidad laboral acompañe el cambio estructural a fin de reducir brechas de género, de productividad, de empleo de calidad y de apropiación entre capital y trabajo”.
La desigualdad entre los géneros tiene como pilar la asignación a las mujeres de trabajar sin descanso cuidando a las y los demás sin retribución, pues suponen que ellas lo deben hacer por amor. Las que por razones harto conocidas tienen que emplearse, llegan al “paraíso de la doble jornada”, ganando cuando más, sólo 80% de lo que se paga a los hombres. Las brechas se amplían aún más por los resistentes techos de cristal, que provocan que las mujeres ocupen cargos de menor remuneración y de escasas posibilidades de toma de decisiones.
Somos las mujeres el 52% de la población y esta enorme brecha de desigualdad en lo laboral impide que el país aproveche nuestros múltiples talentos. Entender que familia y trabajo son parte de la vida de todas las personas y regular horarios y calendarios para que se asuman las responsabilidades que corresponden a cada madre y a cada padre son ya medidas urgentes a tomar.
Nuestra democracia es el eje principal del nuevo marco institucional e implica demandas en favor de la igualdad en su sentido más amplio —distributivo, de derechos, intergeneracional—, a las que la economía debe responder. Por ello, la propuesta de incrementar el salario mínimo es crucial. No pueden seguir dotando de salarios extraordinariamente sustanciosos a quienes encabezan instituciones que deben vigilar la democracia y negar ese aumento a quienes perciben el salario mínimo, que son mujeres en su mayoría. Es decir, este proceder agudiza las desigualdades y quienes “vigilan” a la democracia son quienes promueven su desmoronamiento.
En este tenor, la transparencia es otro factor para generar igualdad. No se puede seguir escondiendo bajo las alfombras, las muchas formas para hacer que los hombres tengan mejores salarios que las mujeres por el mismo trabajo. Estas “triquiñuelas” también son corrupción.
En el Pacto por México no se abordaron de manera clara y directa, medidas para disminuir las desigualdades. Como tituló la CEPAL otro de sus brillantes documentos, La hora de la igualdad, considero que México ya no puede retrasar más el reloj.
*Licenciada en pedagogía y especialista en estudios de género
clarasc18@hotmail.com