Agencias
CDMX.- Empresarios han alzado su voz para pedir a las autoridades que frenen la desbordada ruta de violencia que azota al país. Enfatizan que México ya no puede soportar más esta situación y es urgente tomar medidas concretas para revertir el alarmante escenario actual.
En lo que se ha denominado el sexenio más violento en la historia del país, la pérdida de vidas ha alcanzado cifras alarmantes, con un promedio de más de 80 personas fallecidas diariamente. No obstante, advierten que no se debe permitir que esta violencia se normalice, ni tampoco asumir fríamente cada homicidio o delito como una simple cifra, pues detrás de estos números se esconden vidas, así como familias destrozadas.
Insistieron en que es crucial que las autoridades reconozcan sin reservas la realidad que enfrenta México: una crisis de violencia que ha despojado de tranquilidad a toda la nación. La violencia se ha extendido por todo el territorio, manifestándose en muertes y desapariciones masivas, el auge de la delincuencia, la migración forzada, la extorsión y la agitación social y política.
Y es que en las últimas semanas la situación ha alcanzado niveles preocupantes, con un aparente descontrol que se traduce en ataques tanto a funcionarios públicos como en masacres, asesinatos de periodistas, uso de minas explosivas, eliminación de líderes sociales y revelaciones de conexiones entre figuras delictivas y autoridades.
La crisis ha dañado seriamente el tejido social del país, por lo que todos los sectores, incluida la sociedad civil y las familias, deben unirse para ser agentes de cambio y promotores de paz en sus comunidades. Se reconoce que las autoridades no pueden enfrentar solas esta crisis y que es fundamental que todos se involucren en la búsqueda de soluciones.
La justicia y la paz se entienden como dos caras de una misma moneda, y es imperativo buscar ambas, aseguran.
Destacaron que la justicia implica otorgar a cada individuo lo que le corresponde, incluyendo un ingreso justo y digno para quienes trabajan, pues es alarmante constatar que muchos jóvenes, desprovistos de oportunidades y estabilidad económica, se ven atraídos por la delincuencia, a pesar de los riesgos que esto conlleva.