La adulación no sirve más que a los que no quieren ver; en cambio, la crítica propositiva siempre será la mejor amiga.
Después de que el PRI quitó el freno al cambio —por ejemplo, respecto de las reformas más importantes, incluso hasta reformó sus propios estatutos partidistas— se logró la transformación jurídica que se había venido postergando desde hace varias décadas en materia energética, telecomunicaciones, hasta se expidió la nueva Ley de Amparo, el Nuevo Código Nacional de Procedimientos Penales, entre otras disposiciones legales fundamentales para nuestro país.
Sin lugar a dudas es necesario hacer un reconocimiento por los acuerdos alcanzados, en gran medida por la disposición responsable y madura de la oposición, de la cual no gozaron las últimas dos administraciones federales.
En nuestro país, desde el siglo XIX se acostumbra a festejar las reformas legales o la expedición de nuevos ordenamientos jurídicos, como si por la sola promulgación de las mismas cambiara la realidad. Ahora, en el siglo XXI, seguimos haciendo lo mismo, pues una vez más acudimos a celebrar las reformas legales realizadas, sin que ello implique aún el cambio sustancial en la percepción social, ni de la realidad de las principales necesidades del país, por ejemplo, con respecto al bajo crecimiento económico, la persistente inseguridad y las carencias graves y profundas en educación, servicios de salud, entre otros temas esenciales.
Por otro lado, desde hace varias décadas los gobiernos habían justificado la difícil realidad de los mexicanos por la falta de aprobación de las reformas mencionadas. Ahora que el partido en el gobierno cambió su postura, por ejemplo, en materia energética, se superó dicho obstáculo, y el actual gobierno no podrá tener justificación alguna para que no se cumplan los compromisos para lograr el crecimiento económico nacional, pero sobre todo, mayor respaldo en materia educativa, de servicios de salud, entre otros.
Cabe destacar que, salvo casos excepcionales, los principales países productores de petróleo no son los países que se caractericen por la justa distribución de la riqueza generada a partir de la explotación de sus recursos naturales, sino que, por el contrario, en la mayoría de ellos existen grandes rezagos en la disminución de la pobreza y desarrollo social.
Para vigilar que no se desvirtúe la implementación de las reformas, aún no se han transformado los mecanismos legales ni la infraestructura administrativa adecuada, para que eliminemos la corrupción y opacidad en los grandes negocios que se avecinan con las reformas aprobadas, puesto que se eliminaron las limitaciones para las grandes inversiones en materia energética, pero no se han modificado las condiciones para que continúe la corrupción que hemos padecido en agravio de las necesidades de millones de mexicanos.
La oposición le ha dado un voto de confianza al gobierno para lograr mejores condiciones para el país, pero aún le falta lograr los mecanismos adecuados para garantizar que ello ocurra, antes de que en el camino nos demos cuenta de que el verdadero cambio aún no ha llegado a nuestro país.
El cambio que exige un manejo honesto de los recursos públicos. Que el ejercicio de las facultades que se le han concedido con las reformas a la autoridad se aplique en beneficio de la mejor satisfacción del interés público, en lugar de que continuemos persiguiendo a los gobernantes una vez que han defraudado a sus estados o municipios.
Hago votos por que cambiemos la inercia histórica que tiene México desde sus orígenes y nos encontremos en los albores de una nueva nación, alejada de la corrupción y la delincuencia, aunque en verdad, aún no se percibe ese cambio en las calles ni en los hogares de nuestro país.