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“Me dan la silla, pero no el lugar”

Superiberia

 

Me dan la silla, pero no el lugar”, frase atribuida a María Lavalle Urbina, cuando era una de las dos senadoras que ocupaban una curul. Y así sigue, al parecer, la situación de las mujeres en los puestos de toma de decisiones. Tienen una silla, pero no pueden participar en la toma de decisiones.

Lo que podemos ver es que, a pesar de tantas y tantos “representantes populares”, las decisiones las toman los presidentes de los partidos (el Pacto por México, donde no se tomaron en cuenta las demandas femeninas y sólo estuvo en la firma Cristina Díaz, por mera casualidad, o la Jucopo, integrada sólo por hombres, para decidir el rumbo de las reformas). Ahora, Aleida Alavez está buscando que le den un lugar, pero se ve difícil que lo logre.

En los otros espacios, los ejecutivos y los judiciales, el porcentaje de mujeres es tan bajo que casi es imposible que sean escuchadas. La violencia contra nosotras sigue su marcha, impidiendo nuestro desarrollo. Pero, ¿qué pasa que en los Congresos, a pesar del número de mujeres que los integra, no avanzamos en nuestras metas?

Socorro Díaz hace poco hizo una disección del poder y dijo que éste asume tres estrategias: la coerción, la adquisición y la persuasión. Si esto es así, entonces es fácil deducir el porqué de lo poco efectivo que son nuestras mujeres congresistas: la fuerza coercitiva, que en el caso de las cámaras se deposita en los líderes y en los presidentes de los partidos, quienes tienen la capacidad de vetar a quien no obedezca; el dinero, que también está en poder de los hombres y, con él, la compra de voluntades gana casi todos los debates. Nos queda la persuasión.

Y aquí el problema está en que la mayoría, tanto de mujeres como de hombres, desconoce el tema de la igualdad, por lo que nadie alza su voz para ponerlo en la mesa de debate. Además, pocas se atreven a desafiar a sus líderes y, mucho menos, al presidente del partido. Estos asuntos van a dar a la comisión de género, donde, a pesar de los esfuerzos, las discusiones no avanzan con la celeridad requerida. No tenemos a ninguna Demóstenes.

El trabajo que hay que hacer es el de seguir insistiendo con la capacitación en temas de igualdad entre los géneros, dirigidos tanto a los hombres como a las mujeres. Los partidos políticos tienen la enorme responsabilidad de fortalecer la democracia y si no promueven la igualdad real, poco están haciendo a favor de nuestros derechos.

El Instituto Nacional Electoral está dando muestras de avanzar en cuanto a la igualdad en lo relativo al equilibrio entre mujeres y hombres en puestos de toma de decisiones, pero falta hacer mucho más en cuanto a difusión, formación y capacitación de la ciudadanía.

No olvido la muy famosa República de Weimar, a la que el mundo aplaudió por su legislación democrática. De ella, han sorprendido tanto el marco constitucional alemán del período y el haber sido también un período histórico sobresaliente, no sólo en cuanto a la historia política alemana, sino también en cuanto a los logros sociales y culturales, en materia legal. Nadie hizo algo más y Hitler llegó al poder, de manera muy democrática, sólo para destruirla y dejarnos aterrados por mostrarnos la crueldad que somos capaces de aplicar a nuestras y nuestros semejantes, cuando no los vemos como iguales.

 

*Licenciada en pedagogía y especialista en estudios de género

clarasch18@hotmail.com

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