Que acaba por prender la llama ardiente del amor. Bienvenidos al mundo de la imagen pública, un terreno en el que los protocolos son un factor determinante para construir la percepción alrededor de cualquier persona o institución. Debemos entender por protocolos el conjunto de normas conductuales, ceremoniales o rituales que alguien determina por decreto o que surgen por la costumbre y que se da por sentado que todos seguirán, aunque, por desgracia, no siempre sea así. Todos tenemos protocolos que seguir, fíjese en la cajera del súper o en el que vende flores en el mercado, en el Presidente de la República, o del importante banco. Todo lo que hacemos, todo, aun en la intimidad está regido por un protocolo, y quien se lo salta es acusado de conducta impropia o de falta de preparación. Debo confesar que me gusta fumar puro desde hace más de 30 años y que lo considero un hábito protocolario delicioso, si además se realiza después de haber comido bien y en buena compañía.
Ya existía un Protocolo…
Fumar es un hábito humano antiquísimo. “Fumar es un placer genial, sensual…”, dice la letra del tango Fumando espero autoría de Félix Garzo. Así, desde que el hombre descubrió que las hojas de algunas plantas podían quemarse y después aspirar el humo que desprendían, aprendió que podía obtener placer adicional si lo mezclaban con otras sustancias como el vino, el licor y los alimentos a los que el humo acompañaba muy bien, por lo tanto y debido a que se volvió una práctica social placentera fueron surgiendo los protocolos alrededor de su uso, mismos que con el tiempo han ido evolucionando; por ejemplo, en un principio era mal visto que las mujeres fumaran, hoy hay más fumadoras que fumadores. Antes se fumaba en los aviones (fíjese y todavía quedan aviones con cenicero en el descansabrazos del asiento, increíble ¿no?) Antes se consideraba chic fumar, hoy es una práctica satanizada. Ni modo, así es la evolución de los protocolos y todos hemos tenido que adaptarnos a ella. No reniego de ello, pero…
¿Prohibir fumar..?
Como consultor en imagen pública, en los últimos 15 años he adquirido la experiencia en crear o reconocer protocolos ya existentes y capacitar a nuestros clientes en el ejercicio de ambos. Me he sensibilizado en aquellos que más preocupan a todos y puedo asegurar que entre ellos, el protocolo de fumar es uno de los que más destacan. Las reglas para fumar son muy sencillas: no lo haga en espacios cerrados de convivencia profesional o social restringida, como las oficinas, los aviones o la iglesia. Fume en aquellos lugares en los que vea ceniceros, pero jamás fume antes de una cita de negocios o social por el riesgo de que su aliento huela desagradable. Respete los espacios marcados con la señal de no fumar y como regla general siga la que dice que en caso de duda se abstenga de hacerlo. Como ven, la convivencia entre fumadores y no fumadores estaba reglamentada por un protocolo emanado de la costumbre no de decretos, era fácil de seguir sin causar tensión social alguna.
La Prohibición…
Sin embargo a alguien se le ocurrió que el fumar debería de prohibirse por decreto y que los fumadores deberían de calificarse como delincuentes transgresores de una ley, y la verdad, se esgrimieron investigaciones que sin demostración convencieron a la mayoría, así que yo, como la mayoría de los fumadores resolví la situación muy fácilmente: Tengo mi lista de los buenos restaurantes que tienen una linda terraza al aire libre en los que puedo fumar sin restricciones ni denuncias y sacrifico, sin culpas a aquellos que me prohíben hacerlo. Adicionalmente ahora me reúno más veces con mis amigos pero en mi casa, al cabo que ahí mi esposa no me lo ha prohibido, al menos todavía, en casa como muy bien, bebo mejor y fumo espléndidamente un gran puro, ah… y, además, me sale más barato.