El Congreso de Sinaloa aprobó la semana pasada lo que en los medios se conoció como la Ley Mordaza. En el contexto de la Reforma a la Ley Orgánica de la Procuraduría General del Estado, que busca adaptar la procuración de justicia al sistema penal acusatorio, se introdujo el artículo 51 bis, que prohíbe explícitamente a los reporteros el acceso al lugar de cualquier crimen, se establece que no podrán tomar fotografías o video y la información que obtengan y publiquen deberá limitarse a la que autorice el procurador del estado, vía boletines de prensa.
Más allá de la justificada reacción de los periodistas en contra de la disposición, creo que vale la pena hacer dos reflexiones, la primera, breve, sobre la forma. La segunda, más extensa, sobre el fondo del asunto.
Sobre la forma no podemos dejar de hacer notar que, una vez más, se aprueba una ley en la que alguna pluma traviesa mete un gol que pasa inadvertido. Más tardaron los diputados en levantar la mano que en reconocer que no habían leído con cuidado el texto.
Sólo las airadas protestas de los periodistas del estado propició que fueran conscientes de las consecuencias del artículo. Ante la presión, el gobernador Mario López Valdez, Malova, reconoció que “al mejor cocinero se le va una papa entera”. Para tranquilidad de todos, tan pronto regresen los diputados de unas merecidas vacaciones (deben estar cansados de aprobar cosas sin leerlas) darán marcha atrás y derogarán el citado artículo.
Vayamos al fondo. El difícil equilibrio entre la libertad de prensa y el amarillismo; el respeto al debido proceso y la dignidad de las personas y la posibilidad, incluso podríamos decir el deber, de los medios de informar. La ética periodística es uno de los temas más relevantes con relación a la libertad de expresión; en este contexto, quizá el ámbito donde más decisiones hay que tomar diariamente es precisamente en las noticias relacionadas con los reportajes de crímenes, accidentes y terrorismo.
Pocas cosas definen más el carácter de un diario que la forma en que presenta la fotografía de un muerto, el encuadre que le da a un atropellado, los detalles que resalta cuando hace un reportaje de un asalto, de un homicidio. Se puede reportear con verdad y con respeto a la dignidad de los involucrados, o se puede exacerbar el morbo a través del lenguaje gráfico o escrito. ¿Quién no recuerda expresiones como matóla, violóla, etcétera? En cada fotografía, en cada párrafo, hay una decisión ética del reportero y del medio en el que éste publica.
La ley de transparencia protege la secrecía de las investigaciones judiciales para garantizar el debido proceso, para evitar que los medios contribuyan a la fabricación de culpables. Esta ley frecuentemente es violada por partida doble. Por un lado, las diversas procuradurías suelen alimentar a los medios a discreción. Filtran a los medios lo que les conviene, cuando les conviene. Por otro lado, cuando se hacen solicitudes formales, aun de procesos concluidos, se amparan en ella para ocultar información, llegando al extremo de negar estadísticas. ¡El peor de los mundos posibles!
Son muchos los medios, no sólo diarios escritos, que han adoptado códigos deontológicos, códigos de ética o bien que se pliegan a una declaración de principios. Diversas formas de decir lo mismo. Es decir, los medios, el dueño de un medio de comunicación, se autoimpone una regulación que refleja su proyecto como comunicador, qué tipo de negocio quiere hacer y, en última instancia, su filosofía como persona. Los primeros códigos de ética surgieron a principios del siglo XX en Estados Unidos, quizá el de Kansas de 1910 sea el primero; está también la Declaración de Principios de la Sociedad Americana de Editores de Periódicos, ASNE (por sus siglas en inglés), que data de 1923. Inclusive hay códigos internacionales entre los que destacan los Principios Internacionales de Ética Profesional del Periodismo de la UNESCO, de 1983.
Este decálogo establece entre sus principios el del respeto de la vida privada y de la dignidad del hombre. ¿Cómo se traduce esto al hacer un reportaje de la nota roja? ¿Presentar rostros ensangrentados o sólo una silueta que permite adivinar el cadáver? Esas son decisiones cotidianas del medio, elecciones que conforman su carácter.
Por otro lado, es responsabilidad del consumidor decidir qué tipo de noticias quiere. Por ello es importante que exista pluralidad en los medios, posibilidad de escoger. En última instancia, por ello deben evitarse los monopolios en los medios de comunicación. El artículo sexto establece claramente que en México está garantizada esta diversidad, la recién aprobada Ley de Telecomunicaciones tiene entre sus propósitos hacer de esto una realidad.