El cuerpo del Papa emérito Benedicto XVI, con la cabeza descansando en un par de almohadas rojas, yacía en la Basílica de San Pedro el lunes, y miles de personas acudieron al recinto para despedirse del pontífice que sacudió al mundo con su decisión de retirarse hace una década.
Al amanecer, 10 aballeros pontificios con guantes blancos —asistentes laicos de los pontífices y las casas pontificias— llevaron el cuerpo en una camilla de madera cubierta de tela tras su llegada a la basílica hasta su lugar de descanso frente al altar mayor, bajo el imponente baldaquino de bronce de Bernini.
Una guardia suiza saludó mientras el cuerpo ingresaba por una puerta lateral después de que los restos de Benedicto XVI, colocados en una furgoneta, fueran trasladados desde la capilla del recinto del monasterio donde el sábado por la mañana falleció a los 95 años.