La población civil de Gaza cuenta sin duda con la empatía y solidaridad de la opinión pública mundial debido a su sufrimiento durante este tiempo de guerra entre Israel y el Hamas. El recuento diario de víctimas y las escenas de dolor y devastación difundidas profusamente por las agencias noticiosas han contribuido a un justificado sentimiento de consternación y/o indignación ante lo que ocurre. Y sin embargo, es un hecho que el Hamas, la agrupación islamista radical que gobierna en Gaza y que ha lanzado en los últimos 25 días cerca de tres mil cohetes y misiles contra territorio israelí, no es objeto de una comprensión y aprecio similares debido a su evidente carácter islamista radical que más allá de sostener su proyecto de destrucción de Israel, ha mantenido permanentemente a la población civil palestina bajo su control en calidad de rehén de la ideología fanatizada y belicosa que guía su programa político.
Pero no sólo hay condenas a Hamas entre la opinión pública general, sino que entre los gobiernos árabes y no árabes del mundo existe un considerable consenso respecto al carácter nefasto de esa organización. Prácticamente, todo el espectro árabe y musulmán, en paralelo a su siempre declarado apoyo a la causa palestina, desconfía del Hamas y repudia de forma explícita las acciones de ésta. Hoy por hoy sólo Turquía y Qatar constituyen el único respaldo incondicional de esa organización, ya que Siria e Irán, sus dos más firmes apoyos y proveedores en el pasado, se han eclipsado por efecto de los cambios registrados en los entornos locales de ambos países.
¿Cómo se explica esta relación de Turquía y Qatar con el Hamas? Al parecer la raíz se ubica en la postura de defensa a ultranza del Hamas desde su primera gran confrontación con Israel en 2008-2009, cuestión reforzada posteriormente con el sólido nexo que Ankara y Doha desarrollaron con la Hermandad Musulmana egipcia de Mohamed Mursi, la cual tenía a su vez una clara afinidad ideológica y estratégica con el Hamas. El derrocamiento de Mursi fue condenado en su momento enérgicamente por el primer ministro turco Erdogan, y de ahí en adelante la apuesta de Turquía, así como la de Qatar, ese pequeño Estado riquísimo en petróleo, con muy escasa población, dueño de la cadena televisiva Al-Jazeera y proyectada sede del Mundial de Futbol en 2022, fue a favor de Hamas aún cuando ello los colocara en franca oposición al resto del mundo árabe y musulmán. De hecho, el apoyo de Turquía al Hamas está siendo uno de los elementos más visibles en la campaña electoral de Erdogan para conseguir ser electo dentro de dos semanas como Presidente de su país.
Así, los protagonistas en la disputa por quién funge como el eje principal en la mediación para un cese al fuego entre Israel y Hamas han sido Egipto por un lado, y Turquía y Qatar por el otro. El primero, representado por el gobierno de Al Sisi, no ha sido confiable para el Hamas debido a la enemistad evidente que priva entre ellos y que se manifiesta, entre otras cosas, en el cierre ordenado por Al Sisi del cruce fronterizo de Rafah entre Gaza y Egipto. Y lo mismo ha ocurrido en el bando opuesto: Turquía y Qatar, asumidos como países pro Hamas, no han sido aceptables para Israel como mediadores. De esa manera, los intentos del secretario de Estado de EU, John Kerry, de conseguir el cese al fuego valiéndose de los buenos oficios primero de El Cairo, y luego de Ankara y Doha, estuvieron destinados al fracaso con lo que lamentablemente siguen hasta ahora los combates entre israelíes y palestinos cobrando su triste y macabra cuota de angustia, dolor y muerte.