AGENCIA
CDMX.- Ayer se cumplieron 100 años del descubrimiento, en 1922, de la entrada a la tumba del faraón Tutankamón cerca de Luxor, por el arqueólogo británico Howard Carter, tras ocho años de búsqueda.
El descubrimiento del lugar de descanso eterno del joven faraón de la 18 dinastía alcanzó fama mundial, debido a que se encontraba intacta tras más de 3 milenios, a salvo de los saqueos, siendo la tumba mejor conservada del Valle de los Reyes.
Prestigioso por sus innovadores métodos arqueológicos, Carter había comenzado en 1907 a trabajar para Lord Carnarvon, noble entusiasta aficionado a la arqueología, como supervisor de las excavaciones en Deir el-Bahari, cerca de Tebas.
En 1914, Carnarvon recibió los permisos para excavar en el Valle de los Reyes y Carter fue contratado de nuevo para liderar los trabajos. Se encargó de encontrar tumbas que pasaron inadvertidas en expediciones anteriores, en particular la del faraón Tutankamón, aunque los trabajos se vieron paralizados temporalmente por la Primera Guerra Mundial.
En 1922, lord Carnarvon se impacientaba ante la ausencia de resultados tras varios años de búsqueda y se planteó la retirada de fondos. Tras una discusión con Carter, aceptó financiar una última temporada en el Valle de los Reyes.
El 4 de noviembre de 1922, el aguador del equipo se tropezó con una piedra que resultó ser el comienzo de una escalinata. Carter excavó los escalones parcialmente hasta el hallazgo de una puerta de barro en la que se observaban varios cartuchos egipcios, sellos con escritura jeroglífica. El arqueólogo ordenó rellenar la escalera de nuevo y mandó un telegrama a Carnarvon, quien se desplazó a Egipto desde Inglaterra.
El 24 de noviembre de 1922 se excavó la escalera y el cartucho egipcio en el acceso que indicaba el nombre de Tutankamón.
Dos días más tarde, Carter realizó una “pequeña abertura en la esquina superior izquierda” de la entrada. Desde ahí pudo vislumbrar el interior gracias a la luz de una vela y ver tesoros dorados y en marfil. Carnarvon le preguntó si podía ver algo y Carter le respondió con su famosa frase: “¡Sí, puedo ver cosas maravillosas!”.
Carter había descubierto la tumba de Tutankamón, que más adelante sería conocida como KV62. La sepultura fue protegida hasta la llegada de un oficial del Departamento de Antigüedades Egipcias al día siguiente, aunque esa noche, Carter, Carnarvon, su hija y el ayudante Callender aparentemente entraron sin permiso, convirtiéndose en las primeras personas en 3 milenios en acceder al enterramiento.
La mañana siguiente, 27 de noviembre, vio la inspección de la tumba a manos de un oficial egipcio. Callender accedió con luz eléctrica, iluminando una vasta colección de objetos, incluyendo divanes, cofres, tronos y altares. Asimismo, hallaron evidencias de estancias anexas, como una puerta sellada hacia la cámara del sarcófago, flanqueada por dos estatuas de Tutankamón.
A pesar de la existencia de signos de expolios en tiempos antiguos, la tumba se encontraba intacta y se calculó que albergaba más de 5 mil objetos. El 29 de noviembre la tumba se abrió oficialmente en presencia de varios dignatarios invitados y autoridades egipcias.
Tras percatarse de la magnitud de la tarea, Carter pidió ayuda a Albert Lythgoe, del equipo de excavación del Museo Metropolitano de Nueva York, que trabajaba en las cercanías, mientras el gobierno egipcio mandó al químico analítico Alfred Lucas.
El 16 de febrero de 1923, Carter abrió la puerta sellada y confirmó que dirigía al sarcófago de Tutankamón. La tumba fue considerada la mejor preservada e intacta del Valle de los Reyes y su descubrimiento alcanzó a la prensa mundial. Lord Carnarvon vendió la exclusiva a “The Times”, lo que enfureció al resto de la prensa.
A finales de febrero de 1923, una discusión entre Carnarvon y Carter, probablemente causada por cómo lidiar con las autoridades egipcias, interrumpió la excavación temporalmente. Los trabajos se renaudaron en marzo tras una disculpa de Carnarvon a Carter.
A finales de ese mes, Carnarvon contrajo bacteriemia por la picadura de un insecto mientras se hospedaba en Luxor, cerca de la tumba, y falleció el 5 de abril de ese año, alimentando la leyenda de la maldición de Tutankamón. Los meticulosos métodos de catalogación de los miles de objetos de la tumba ocuparon a Carter durante casi 10 años, siendo trasladados al Museo Egipcio de El Cairo.