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Los cuatro de Fortaleza y la impunidad

Superiberia

La policía turística de Brasil ha detenido a 11 visitantes con motivo del Mundial de Futbol: nueve de ellos son mexicanos. Se podrá argumentar que varios miles de mexicanos asistieron a la justa deportiva, pero el hecho es que fueron tantos o más los argentinos, los uruguayos, los colombianos o los chilenos, todas ellas naciones que, además, pudieran tener otro tipo de confrontaciones (sobre todo argentinos y uruguayos) con brasileños, pero los detenidos han sido nuestros paisanos.

La de los cuatro de Fortaleza es particularmente vergonzosa. Manosean en la calle a una mujer; su marido, un abogado, intenta defenderla y a él le dan una golpiza, entre cuatro, de pronóstico reservado. Dice la defensa de los cuatro detenidos, dos funcionarios de la delegación Benito Juárez y exdiputados locales, el hermano de uno de ellos y un ejecutivo de la empresa Oracle, que no tuvieron nada que ver, que simplemente iban en un grupo con más personas, todos con camisetas de la selección y que fueron detenidos en la confusión. La versión oficial es otra: los agresores fueron identificados por quienes ayudaron a la pareja agredida, y entre quienes los identificaron hay brasileños y mexicanos. Más allá de eso, identificar a alguien que ha estado en una gresca de estas características no es nada complejo, basta con examinarle las manos para saber si participó o no en ella. Y por las imágenes que hemos visto del hombre agredido, marcas tienen que haber quedado.

Se podrá decir que se trata de una casualidad, de una mala noche, pero es algo que trasciende Brasil. Se trata de París, apagando con orines la llama del soldado desconocido en pleno Arco del Triunfo; se trata de Alemania, con un joven borracho y que se encierra en un búnker militar y tiene que ser rescatado; se trata de Japón frenando con la llave de emergencia, el tren bala, sólo como diversión; se trata de Sudáfrica, poniendo un sombrero charro y un sarape a la estatua monumental de Mandela. En todos esos casos los responsables fueron detenidos por las autoridades y todos, dejados en libertad poco después, porque, también en todos los casos, los vándalos resultaron ser, como los de Fortaleza, juniors de la política o la empresa que creen, como lo hacen en México, que se puede cometer cualquier imprudencia o delito y que no habrá consecuencias.

Pero eso sucede porque la norma en México es la impunidad. Olvidemos por un momento que del total de delitos denunciados (no los cometidos, sólo los denunciados) quedan impunes entre 96% y 98%, un porcentaje asombrosamente alto. Pero recordemos lo que sucede cotidianamente: se puede bloquear calles y avenidas sin costo alguno; se pueden destrozar comercios, bancos; agredir periodistas y fotógrafos en las manifestaciones; arrojar bombas molotov contra policías y mandarlos al hospital luego de agresiones de todo tipo; si se tiene una coartada política, se puede andar armado por las calles,  hacer justicia por propia mano (o ser un delincuente que se esconde tras ese disfraz) y habrá siempre alguien que defienda esa posibilidad. Se puede ser una notoria secuestradora y ser dejada en libertad, un narcotraficante notable y quedar libre por una argucia legal, se puede defraudar miles de millones y no pasa nada. Eso se llama impunidad. Y muchos creen que la misma se extiende al resto del mundo (aunque para librar de la cárcel a los vándalos, como ha ocurrido en el pasado, haya tenido que intervenir hasta un Presidente de la República), sobre todo cuando se trata de eventos masivos. La mexicana alegría va de la mano con entonar el rey y para algunos con el sentimiento de que pueden hacer lo que quieran, sin costos.

En el caso de los cuatro de Fortaleza, ese sentimiento de impunidad se amplía por otra información: los dos funcionarios de la Benito Juárez, ex diputados locales y ahora consejeros nacionales del PAN, iban acompañados, está también detenido, por un ejecutivo de la empresa Oracle, la cual, casualmente, acababa de venderle a esa demarcación sistemas y equipo de cómputo, casualmente también comprados por el mismo funcionario detenido en Fortaleza. ¿Alguien podría suponer que el viaje a Brasil fue un pago, una suerte de comisión por la compra de equipo para la delegación? No hay que ser muy malpensado para suponerlo.

Lo cierto es que hablando de impunidad, el presidente del PAN en el DF, Mauricio Tabe, ha pedido no linchar a sus compañeros de partido (y del mismo grupo político) y Jorge Romero, los separó de sus responsabilidades en la delegación Benito Juárez, pero sólo por cuestiones administrativas.

En la inseguridad, en la corrupción, en la violencia, en la falta de respeto a los demás y a otras sociedades y culturas se esconde el sentimiento de impunidad, de que se puede hacer lo que sea y que nunca habrá costos. Ya es hora de que los mismos se comiencen a pagar.

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