Madrid.- Felipe VI abogó por una España unida y una monarquía “íntegra y transparente” al convertirse ayer, a las riendas de una Corona desprestigiada por los escándalos, en nuevo rey de un país enfrentado al desafío nacionalista en Cataluña y País Vasco.
En sus primeras palabras, pronunciadas junto a un cojín sobre el que reposaban la corona y el cetro, rindió homenaje a su padre, que abdicó a los 76 años, por su papel en la “reconciliación” del país tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975.
Pero lo más esperado de un discurso pronunciado ante diputados y senadores reunidos en el Congreso, y en ausencia de Juan Carlos -que quiso dejar el “protagonismo” a su hijo-, fue su visión de sus grandes retos.
“Quiero afirmar como rey mi fe en la unidad de España, de la que la Corona es símbolo”, afirmó, en referencia al desafío de Cataluña, región determinada a celebrar un referéndum de independencia el 9 de noviembre.
Llamando a que “no se rompan nunca los puentes del entendimiento”, defendió la diversidad del país y terminó su discurso dando las gracias en español, gallego, catalán y euskera, el idioma del País Vasco, donde el independentismo recobra también fuerza.
También “deseamos una España en la que todos los ciudadanos recuperen la confianza en sus instituciones”, aseguró, prometiendo una monarquía “íntegra y transparente” tras los escándalos que golpearon a la familia real y hundieron la popularidad de Juan Carlos.
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