En un libro de más de 600 páginas, titulado Decisiones difíciles, sobre su paso por el Departamento de Estado en la administración de Obama, libro que está destinado a ser la primera piedra para buscar la Casa Blanca en 2016, la exsecretaria de Estado, Hillary Clinton, le dedica unas cuatro páginas a México y a su relación con el entonces presidente Felipe Calderón.
Ahí cuenta que el presidente Calderón le pidió la renuncia de Carlos Pascual, entonces embajador de EU en México. “Calderón”, escribe Hillary, “me dijo que ya no quería seguir trabajando con Carlos (Pascual) e insistió en que fuese reemplazado”, en un encuentro realizado tras el escándalo WikiLeaks, donde se revelaban diversos cables escritos por Pascual, sobre todo unos en los que trasmitía opiniones peyorativas sobre el Ejército mexicano. Según Hillary, ese encuentro con Calderón fue uno de los más duros que le tocaron en esos cuatro años de gestión. Terminada la reunión, dice Hillary que le informó a Pascual que tendría que abandonar la embajada.
También dice la esposa del expresidente Clinton que cuando Calderón llegó al poder, tras el sexenio de Vicente Fox, el problema del narcotráfico en México había alcanzado dimensiones preocupantes. “Las bandas de la droga habían mutado en organizaciones paramilitares y miles de personas morían cada año”. Describe a Calderón como un hombre “apasionado por frenar la violencia. Irradiaba la intensidad de un hombre con una misión muy personal. La brutalidad de los narcotraficantes le ofendía y dinamitaba sus planes sobre educación y creación de empleo”.
En el libro, la exsecretaria de Estado y hoy la precandidata mejor posicionada a la Casa Blanca para 2016 dice que en sus reuniones privadas Calderón insistía en temas como el tráfico de armas y la legalización de la mariguana en algunos estados de la Unión Americana. “(Me preguntaba que) cómo pensábamos que México podría luchar contra narcotraficantes bien armados si éstos pueden comprar armas al otro lado de la frontera y, mientras, algunos estados legalizan la mariguana”.
“Eran preguntas incómodas pero justas”, acepta Clinton.
Las reflexiones son interesantes para comprender cómo se vio el sexenio pasado la relación entre México y Estados Unidos. Dice Hillary que existe una percepción equivocada de México en su país como una “tierra empobrecida cuyos habitantes están desesperados por abandonarla para ir al norte. La verdad”, agrega, “es que México es una economía que ha brillado en los últimos años, con una clase media que está surgiendo y una democracia que ha hecho significativos avances”.
Hay varios temas interesantes. Primero se confirma que Carlos Pascual, que fue un buen embajador en varios ámbitos de la relación, quizá por falta de experiencia diplomática, sí se equivocó y sí terminó interviniendo en demasiados aspectos de la relación bilateral, hasta llegar al punto de que el propio Presidente le exigiera a la secretaria de Estado, vieja amiga, además, de Pascual, su remoción. Segundo, que la relación entre la Casa Blanca y Los Pinos era intensa, directa y, por lo que dice Clinton, muy personal entre ambas administraciones. La propia Hillary agrega en su libro que la entonces canciller mexicana Patricia Espinosa, hoy embajadora en Alemania, se convirtió en “una de mis mejores colegas y una buena amiga”.
También sirve para desmentir que la decisión de combatir en forma frontal el narcotráfico fuera una ocurrencia de la anterior administración. Como dice Clinton, cuando Calderón llegó al poder, la situación en términos de seguridad estaban ya en situaciones límite. Y, finalmente, que el tema de la preocupación por el doble discurso de Estados Unidos respecto al combate al narcotráfico por un lado y la venta de armas y legalización de drogas por el otro, no era ni es sólo discurso sino un tema de debate en la propia Casa Blanca.
Para la administración de Peña, que ha sido cuidadosa y hasta un poco distante en este primer año y medio de gestión en su relación con Estados Unidos, también debe ser una lectura interesante. Primero, porque la principal precandidata para quedarse con el poder en 2016 tiene en forma explícita una buena opinión de México, pero, más allá de eso, porque una vez transformadas las relaciones en el tema de seguridad con Washington, establecidos canales prácticamente únicos para ese lazo y cuando la administración de Peña ha tenido una muy intensa actividad diplomática global pero el Presidente, salvo por una reunión con empresarios, no ha ido a Estados Unidos, se confirma que tiene varios instrumentos a su disposición y una línea argumental que no se puede perder: esa contradicción entre venta de armas y legalización de la droga contrapuesta con el combate al crimen organizado, asumiendo que este capítulo es, y sigue siendo clave para México, también lo es para la Casa Blanca, la actual y la futura.