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El minutero

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LAS QUIMERAS
 
¡Pobre Córdoba, tan lejos de Dios y tan cerca de los ineficientes!. En breve comenzará el segundo semestre del año y ningún proyecto de valía se ha ejecutado en el municipio. Los tiempos son importantes porque la bolsa de recursos para financiarlos se libera conforme al calendario presupuestal y entonces si esté no está en curso durante el primer cuatrimestre de cada año es muy difícil, casi imposible, que otorgue en la segunda mitad. Por eso se dice que Córdoba ya perdió otro año -el primero en la administración del panista Tomás Ríos Bernal- para concretar tres grandes proyectos de infraestructura que bien pueden considerarse como quimeras –ilusiones-.
Dos de ellos son la remodelación del mercado Revolución, prometida hasta el cansancio desde hace mucho tiempo y la edificación del Centro de Convenciones que se anunció pomposamente en abril del 2013 cuando se instaló el famoso Gabinete de Política Económica en la ciudad.  En el primer caso, inicialmente se habló de la edificación de un nuevo mercado, es decir derribar el actual que va a cumplir 65 años y levantar uno nuevo, moderno y funcional que también llevaría al reordenamiento de sus alrededores. Se manejaron cifras de entre 450 y 500 millones de pesos y en ese entonces se dijo que la obra era parte de las mejorías en infraestructura pública que la ciudad se merecía pues había llegado “el tiempo de Córdoba”.
 Ya pasó más de un año y no se ha colocado un solo ladrillo. Muchos afirman que el proyecto está perdido debido a que nivel estatal no hay recursos para costearlo pese a que se afirmaba que los recursos estaban “etiquetados”, o sea destinados exclusivamente para ese objetivo. ¿Qué sucedió?, ¿se reintegraron los fondos al presupuesto estatal o se extraviaron?. No se sabe pero se sospecha lo obvio. Y prueba de que ya no habrá nuevo mercado son las declaraciones hechas el pasado 21 de mayo por el mismo edil, Ríos Bernal, sobre la petición para que el gobierno estatal “reactive” el proyecto, lo que en cristiano significa que “reviva” porque está muerto.
 También porque Ríos ya no habló de construir un nuevo mercado sino efectuar una remodelación de actual, la cual absorbería unos 10 millones de pesos. Es decir, de la cifra inicial de 500 millones ahora solo se pregona el 2 por ciento de la misma. ¿No suena a que algo está mal?. De tal suerte que por lo menos en este 2014 ya no será posible ni la construcción ni la remodelación del mercado, el cual efectivamente no solo es un símbolo de la ciudad sino uno de sus motores económicos.
 El comercio que ahí se genera impacta también a toda la región centro y es  una incongruencia que siendo un sitio de tal importancia permanezca como si fuera tianguis de favela. Los anuncios de remodelación son cuento viejo entre los gobernantes municipales y si se hace un recuento en los últimos trienios se comprobará que Francisco Portilla, Juan Lavín, Guillermo Rivas y ahora Tomás Ruiz han prometido la misma mentira. Los anuncios de realizar mejoras al mercado Revolución también son parte de la cantaleta de cada campaña electoral, afirman los mismos locatarios, porque cada en cada elección llegan los candidatos a prometerles la luna y las estrellas a cambio de votos y hasta de apoyo financiero. Si esas promesas se cumplieran ya habría diez nuevos mercados en la ciudad, todos equipados y hasta climatizados.
 Pero si Córdoba no tiene un mercado digno mucho menos un centro de convenciones que también se ha pregonado insistentemente. En abril pasado el Gabinete Económico del Estado instalado  en la ciudad lo anunció con campanas al vuelo asegurando que “la hora de Córdoba había llegado” pero terminó siendo otra quimera pese a que la ciudad se ubica a menos de dos horas de la conurbación Veracruz-Boca del Río, hoy en día el escaparate económico de la entidad, por ende, su situación geografía la hace ideal para convertirse en punto alternativo de encuentros empresariales.
 ¿Por qué no es la sede de eventos importantes?. Porque no tiene donde recibir a visitantes, exponentes, negociadores y estrategas, y ni siquiera para ofrecer un buen concierto musical con artistas internacionales. Así seguirá, en la pequeñez, ya que a decir del edil apenas se está buscando un terreno para dicho proyecto y conociendo el reloj de los funcionarios, éste podría comenzar a construirse por allá del 2050. Los enterados de estos asuntos es que por lo menos en este sexenio estatal  ya no se realizará el famoso centro de negocios pues en el 2015 se ocuparán los dineros para comprar votos en las elecciones por las diputaciones federales y en el 2016 para los sufragios en la renovación de la gubernatura.
 Finalmente, la tercera quimera cordobesa es la construcción de una plaza comercial similar a Plaza Valle de Orizaba. Aunque este proyecto es de tipo privado mucho tiene que ver con las gestiones y apoyos del ayuntamiento. A finales del 2013, el alcalde sustituto Guillermo Rivas Díaz anunció que construiría dicha plaza en los terrenos donde funcionaba una empresa de transporte de carga que era de su propiedad, frente a Plaza Cristal pero el tiempo transcurrió y nunca lo hizo.
 Ahora se habla de que el Grupo Carso del multimillonario Carlos Slim habría comprado ese terreno para edificar la plaza con una inversión de mil 200 millones de pesos pero cuya construcción comenzaría hasta finales de este año o principios del 2015. Es el único de los tres proyectos que se concretaría aunque es ajeno a las gestiones locales pues viene de un inversionista externo que si vio el potencial de la ciudad para asentar inversiones de gran calado. En resumen, Córdoba está malograda en desarrollo económico porque los empresarios y funcionarios locales son cortos de mira y se conforman con tianguis de pueblos y fiestas de rancho.
 
LA MEDIOCRIDAD
 
Pasando a otro tema pero mucho tiene que ver con lo antes expuesto, en la historia de la humanidad hay gobernantes que son recordados durante largo tiempo por haber hecho proezas o atrocidades en sus encargos públicos al frente de un estado, una nación o un reino. El  prolífico escritor Maurice Droun, en su obra maestra “Los Reyes Malditos” (Les rois maudits) recuenta la extinción de la dinastía de Los Capetos que ocuparon el trono de Francia durante 341 años, y resume que el cataclismo en que terminan algunos  hombres de poder – que de paso ocasiona el  sufrimiento de sus pueblos- no es un hecho meramente atribuible al esoterismo sino a la calidad de los que están a cargo de las decisiones de gobernanza.
 Claro, en  “Los Reyes Malditos” se recrea con un toque de fantasía literaria la historia de siete monarcas franceses sosteniéndose en la maldición lanzada por Jacques de Molay, último gran maestre de la Orden de los Caballeros Templarios condenado a  la hoguera por el rey Felipe IV El Hermoso. Antes de ser devorado por las llamas, el templario llama al Papa Clemente V, al inquisidor Guillermo de Nogaret así como  al propio rey a comparecer ante el tribunal de Dios en menos de un año –o sea a morir-  pero añade que la descendencia de Felipe VI será maldita hasta la décimo tercera generación.
Sin embargo, el  último de los siete libros de la saga, titulado “De cómo un rey perdió Francia”, el mismo autor resume las teorías de los estudiosos del quehacer político y de gobierno a lo largo de la historia deduciendo que la maldición para el fracaso de los gobernantes no viene de un anatema sino de la naturaleza de los hombres a quienes se les deposita el ejercicio del poder. Un mal gobernante, sea grande o pequeño, conduce siempre al caos, agrega Droun quien también fue político –diputado y ministro de cultura- en la Francia moderna.
 “¿Por qué las bandas se entregan al saqueo y al delito, por qué se menosprecia la autoridad, por qué no vale la moneda ni el salario, por qué se paraliza el comercio y prevalece por doquier la miseria y la inseguridad?, se pregunta, y responde: a causa de la mediocridad. La mediocridad  de unos cuantos reyes (gobernantes), su fatua vanidad, la superficialidad con que atienden los asuntos, su incapacidad para rodearse de hombres capaces, su pereza, su presunción y su ineptitud para concebir grandes planes o, por lo menos, para ejecutar los que algunos proponen”.
 “En política es imposible acometer grandes y duraderos proyectos sin hombres que,  gracias a su genio, su carácter y su voluntad, inspiran, agrupan y encauzan las energías de un pueblo. Todo se derrumba cuando los ineptos se suceden en la cúspide del Estado. La unidad se desintegra cuando se derrumba la grandeza”. Obvio, cita  el autor, no todos los gobernantes que suceden a otros gobernantes son “verdaderos linces” –es decir, diestros, sagaces, hábiles- pero siempre un incapaz se debe apoyar en hombres capaces. Así, un ministro talentoso gobierna en nombre de un mandatario carente de las cualidades necesarias para hacerlo, y el balance se mantiene.
 Pero el desastre llega cuando ese acuerdo tácito en el ejercicio del poder se rompe y el linaje de los mediocres se impone. Es decir, cuando asciende un hombre gris que no se deja ayudar por otros mejores sino se rodea por sus iguales, de un gris similar, además de que se conduce con ocurrencias y lo pierde la vanidad, haciendo perder también a los gobernados. Maurice Droun resume todo lo anterior con una frase lapidaria: “Las tragedias de la historia revelan a los grandes hombres pero son los hombres mediocres quienes provocan las grandes tragedias”.
 Droun llegó a tal deducción  en 1977, cuando se editó el último ejemplar de la serie literaria y  después 22 años en los que la escribió con apoyo de investigadores y expertos en las monarquías europeas de la Edad Media la saga de “Los Reyes Malditos” –el primer tomo “El Reye del Hierro” salió a la luz en 1955-, empero  las deducciones  se imponen en la tarea política hasta el presente. En síntesis, el último tomo de la serie literaria, habla sobre la tragedia de tener un gobernante mediocre y rodeado de mediocres, aludiendo a lo sucedido hace 700 años pero pareciera que se refiere a la actualidad, sobre todo en México – incluyendo a Veracruz-,  Que el lector saque sus conclusiones sobre el linaje de hombres que actualmente están al frente de los  tres niveles de gobierno: federal, estatal y municipal.

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