Hasta donde llegó esta columna ayer, el dólar ya estaba 20 centavos abajo respecto al viernes.
Durante las primeras horas del lunes, en el mundo ya repuntaba el petróleo y había varias señales que reflejaban que disminuye su impacto el susto por la variante ómicron del coronavirus.
Lo que sí queda es la restricción de viajes desde Sudáfrica hacia varios países como castigo al país que reportó el ascenso en la nueva amenaza, aunque esa cepa que deriva en padecimientos por Covid haya salido de otra parte.
El presidente de esa nación pidió levantar esos obstáculos que percibe como una reacción sobredimensionada que afectará a sus habitantes y probablemente a él políticamente.
Habrá que ver qué médico es el próximo valiente en su país en anunciar otras variantes en el futuro. Vaya lección para otros mandatarios.
Atención: no está definido aún el nivel de riesgo que representa ómicron para la población mundial, eso puede tomar semanas. Lo único que parece reducirse es el temor de los mercados internacionales a su impacto sobre la economía.
Hasta el viernes, a la luz del aumento general de contagios por COVID en Europa, algunos vaticinaban un posible regreso a los confinamientos, lo que desató un desplome generalizado en los mercados. Grandes ofertas aparecieron.
Esta mañana, para los primeros que lleguen, hay un descuento en promedio de 2.5 por ciento en el precio de las acciones de las principales empresas estadounidenses y mexicanas.
Eso cayeron el viernes respecto a su cotización del miércoles y jueves, respectivamente, de acuerdo con el Índice Nacional de Precios y Cotizaciones de la Bolsa y el Dow Jones, en Wall Street ,que descansó el jueves por el Día de Acción de Gracias.
Incluso América Móvil, la joya de la familia Slim, se abarató 2.6 por ciento.
En Nueva York, hay gangas. Delta y American Airlines bajaron casi 9 por ciento, justamente ante la percepción de una abrupta reducción en el número de viajes.
¿Quién advertiría que ómicron sería el factor que detuviera el ascenso hasta de las tecnológicas?
Amazon bajó su precio 2.1 por ciento; Google, 2.5 por ciento; Facebook, 2.33 por ciento, acaso el precio de las acciones de Twitter cayeron solamente un punto porcentual, posiblemente debido al lanzamiento del esquema de comercio electrónico que estrenará Walmart entre sus usuarios.
Lo ocurrido por ómicron supone un reto adicional para quienes tratan de hacer pronósticos sobre la economía.
La posible sobrerreacción de algunos gobiernos ante la aparición en Sudáfrica, puede desincentivar la transparencia de funcionarios de otras partes del mundo, ante el riesgo potencial de convertir a su país en paria a partir de una alerta.
Hasta antes de conocer la variante mencionada, el asunto más relevante en el mundo era la inflación, motivada principalmente justamente por la pandemia que aún agobia a los humanos.
Nadie puede hacer pronósticos certeros. Nadie.
La razón está en el reacomodo de la gente a un nuevo modelo de operación, menos productos tangibles, más servicios abstractos que ofrece un smartphone. El software sustituyó rápidamente muchas áreas que solían ser propiedad de la manufactura.
Piensen solamente en cómo las jugueterías pasaron a formar parte de la memoria ante la aparición de skins de Fortnite o tarjetas de Minecraft en la carta a ‘Santa’. Ahora, la inteligencia artificial va a la caza del software y todo eso ocurre mientras la vulnerabilidad de los humanos a un virus sube y baja a la velocidad de la toma de muestras de saliva y mucosidad.
Acaso es posible aproximarse a lo que puede ocurrir en el futuro recurriendo a las noticias pequeñas. ¿Cuándo terminan las nuevas plantas de microprocesadores? ¿Qué tanto fluyen los puertos estadounidenses ahora que hasta soldados ayudan a descargar los barcos? ¿Qué prestaciones están dando los restauranteros a sus empleados con tal de llenar las vacantes que aún tienen?
El número de variables de las que dependen los pronósticos es enorme y por tanto, es imposible dar resultados convincentes. El instinto aumenta su valor y la adquisición de habilidades técnicas ahora se eleva al nivel de supervivencia.
Los países, México incluido, deben preparar a su gente con conocimientos que les concedan flexibilidad profesional en este entorno, pero el modelo de educación nacional parece fuera de contexto.