Esta fue una semana cargada de datos negativos en materia económica. Han fallado todos los pronósticos de crecimiento que se tenían para los tres primeros años del gobierno del presidente Peña.
El miércoles pasado, el Banco de México ajustó el rango de crecimiento del PIB de hasta 4% previsto a 2.3%. Se trata prácticamente de la mitad del crecimiento proyectado.
Este viernes, el INEGI informó que la expansión económica del primer trimestre del año fue de 1.8% y de sólo 0.64%, si se considera el efecto estacional de Semana Santa. Las cifras dadas a conocer por el INEGI forzaron a la Secretaría de Hacienda a reducir la expectativa de crecimiento de nuestro país, de 3.9% a 2.7%. Hay que recordar que el año pasado, Hacienda también tuvo que corregir: la proyección era de 3.5% y el crecimiento real terminó en 1.1 por ciento.
Sumado a ello, un dato todavía más inquietante que también fue publicado en la semana es el desplome de México en el ranking de competitividad elaborado por el Instituto para el Desarrollo Gerencial. En los últimos años, nuestro país había avanzado consistentemente en el escalafón, alcanzando el lugar 32. Sin embargo, en un año, México cae nueve sitios para ubicarse en el lugar 41 de 60 economías analizadas. Ello debido a factores como el bajo desempeño económico, la ineficiencia gubernamental, la alta corrupción, los nuevos impuestos y demás.
¿En qué se traduce este débil desempeño económico y esta baja competitividad? Se refleja en un agudo desempleo, en la incapacidad de aprovechar el bono generacional para incorporar a millones de jóvenes a la fuerza productiva del país y en la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores. Significa también que la pobreza seguirá frustrando la vida de millones de mexicanos y alimentando una bomba de tiempo que, un día, va a terminar por estallar.
Esta realidad desmiente los discursos y anuncios pagados del gobierno federal sobre la buena marcha económica del país. El secretario de Hacienda, Luis Videgaray, se ha equivocado una y otra vez. Todavía al inicio de la semana insistió en que el crecimiento anual sería cercano a 4%, pero los números le volvieron a fallar y optó por no presentarse en la rueda de prensa donde se modificó a la baja el pronóstico económico. El mensaje que envía el secretario de Hacienda es delicado: parece estar más preocupado en cuidar su imagen que en afrontar los hechos y en reconducir el barco.
Lo que parecía la gran década de México, dado el vigoroso crecimiento económico de los últimos años del sexenio del presidente Calderón (4.4% en promedio), hoy se diluye. Del tan sonado Mexican Moment de principios del sexenio ya sólo quedan los ecos.
El gobierno debe reconsiderar y bien podría empezar por proponer una nueva Reforma Fiscal que corrija los daños de la anterior: una reforma que verdaderamente incentive la producción, que apoye al emprendedor y deje de castigar a la clase media trabajadora. De no ser así, será un sexenio perdido en materia de crecimiento económico. Aún estamos a tiempo.
*Politóloga. Senadora de la República.
Twitter: @Laura_Rojas_