Se van a cumplir 25 años de que los abusos pederastas cometidos por Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, fueran señalados por primera vez en Iberoamérica; los investigué siendo reportero de La Jornada y supe, desde entonces, que la valentía de los denunciantes sería una referencia indispensable en la agenda que reivindica el derecho a una vida libre de violencia para niñas, niños y adolescentes.
Maciel ha vuelto a ser noticia en días recientes por dos motivos: las alusiones en los Panama Papers a empresas y fideicomisos off shore de Los Legionarios y los datos de pederastia encubierta durante 70 años en Francia, donde fueron afectados 330 mil menores.
En la antesala del Día de la Niña, que se conmemora cada 11 de octubre con el objetivo de reconocer sus derechos y los problemas excepcionales que confrontan en todo el mundo, según explica la ONU, algo paradójicamente bueno puede resultar a la luz de la visibilización —ininterrumpida desde hace casi un cuarto de siglo— de estos casos masivos de abuso.
A qué me refiero: Maciel dejó evidencia de ciertas condiciones básicas que escalan la vulnerabilidad de niñas y niños ante el abuso sexual: aislamiento, falta de atención comunicativa por parte de madres, padres o tutores; distanciamiento territorial y espacial respecto de su vida cotidiana, así como el depósito sin cautela de la confianza absoluta en liderazgos capaces de convertir sus extremos privilegios en mundos de impunidad, ahora también desde la virtualidad.
El futuro de las niñas tiene hoy un rostro distinto porque sus derechos a una vida libre de violencia están en el centro de las atenciones de la ciudadanía, las organizaciones sociales y las autoridades, acentuadamente las feministas como la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum.
Al mismo tiempo, existen amenazas cotidianas como Trata de Personas, que hace víctimas a las menores en su mayoría, y pornografía, no solo en el más terrible nivel en que victimiza a niñas, sino también en el que, al hacerse accesible desde temprana edad a través de medios digitales, normaliza estereotipos que perpetúan la objetivación del cuerpo femenino y una expresión violenta de la sexualidad —se calcula que uno de cada cuatro, la han visto antes de cumplir 12 años. Desde el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la CDMX trabajamos en coordinación con las autoridades locales y también con el DIF Nacional y organizaciones como Save The Children, entre otras, para combatir el abuso que ahora se registra, por ejemplo, justamente en la producción, distribución y consumo de la pornografía infantil, de la cual se generan 400 mil reportes por año en México.
Hacia el Día Internacional de la Niña, propongo recordar que existe siempre la probabilidad de auxiliar a alguien, pero que cuando se trata de la infancia, que la Unicef define como el periodo anterior a los 18 años, ya no se trata solo de algo probable sino ineludible: ellas y ellos son nuestra responsabilidad individual, familiar y comunitaria; estamos llamados globalmente a no descansar hasta que exista una infancia libre de abusos y plena en desarrollo.