Catón
Columnista
Noche de bodas. La novia le dijo su galán, nerviosa. “Me están temblando las piernas”. “Es natural -respondió él-. Al rato van a tener que separarse”. Babalucas viajó a Londres. A su regreso un amigo le preguntó: “¿Cómo encontraste el clima?” “Fue muy fácil -contestó el badulaque-. En el hotel abrí la ventana que daba a la calle, y ahí estaba”. (Recordemos al duque Sopanela, que evocaba sus amores de juventud en la ciudad del Támesis. “¡Ah! -suspiraba-. ¡No hay memoria que pueda igualar a la de haber hecho el amor entre los arbustos de Hyde Park en una noche cómplice, bajo la niebla londinense! ¡Ah, Margaret! ¡Ah, Elizabeth! ¡Ah, Sophie! ¡Ah, Robert!” Uno que lo escuchaba enarcó las cejas y preguntó amoscado: “¿Robert?” “Sí -confirmó el duque-. Aquella noche había más niebla que de costumbre”). El hombre le manifestó al doctor Duerf: “Tengo doble personalidad”. Ipso facto ordenó el célebre psiquiatra: “Acuéstense los dos en el diván”. Flordelisia, bailarina, le comentó a su amiga Dulcibel: “Mis cafés me gustan como mis hombres”. Inquirió Dulcibel: “¿Fuertes y bien calientes?” “No -precisó Flordelisia-. Uno por la mañana y otro después de comer”. (“Yo también me echo dos diarios -manifestó con orgullo don Cacahuato, señor de edad madura-. Reforma y The New York Times”). El esposo le reclamó a su mujer: “Todas las noches hablas dormida, y siempre dices: ‘¡No, jefe! ¡No!’” Le indicó la señora: “Preocúpate el día que diga; ‘¡Sí, jefe! ¡Sí!’”. Ya conocemos a Jactancio. Es un sujeto vanidoso, presuntuoso, orgulloso y pretencioso. El viernes por la tarde llegó a una farmacia y le pidió al encargado: “Me das 21 condones”. Fue a buscarlos el de la farmacia, regresó y le dijo: “Lo siento. Tengo solamente 10”. “Está bien, dámelos -aceptó Jactancio-. Pero me vas a arruinar el fin de semana”. Escena. La chica en evidente estado de embarazo está sentada en un sillón. Frente a ella, de rodillas, se encuentra un chico ofreciéndole un anillo de compromiso. Al lado de los dos un hombre de gesto amenazante, que a leguas se adivina es el papá de la muchacha, le apunta al asustado mozalbete con una escopeta Magnum de dos cañones. La futura madre le dice, ruborosa, al joven que arrodillado le pedía matrimonio: “Caramba, Leovigildo, no sé qué contestarte. ¡Todo esto es tan inesperado!”… FIN.