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¿A qué viene el cubano?

Superiberia

E

n política nada es casual. La visita del presidente de Vox al Senado cimbró al panismo, y los deslindes personales denotaron la existencia de grupos no sólo con diagnósticos diferentes, sino con visiones completamente distintas al interior del partido, que los han terminado por distinguir entre radicales y moderados. Una mina de oro para quien supiera aprovecharla.

El Presidente olfateó la sangre, y se ha dispuesto para aprovecharse de la oportunidad: el PAN tiene divisiones internas, y profundizar en ellas no sólo terminaría por crear un cisma en el partido, sino que comprometería la viabilidad de la alianza opositora. El panismo ha mostrado sus brechas evidentes y, en este sentido, la invitación —e inclusión protagónica— del presidente cubano en las fiestas patrias no sólo es un mensaje de adhesión al socialismo del siglo XXI, sino una provocación que dará argumentos a los sectores más radicales del partido opositor.

“Salgan del clóset”, les urgió el mandatario a quienes califica como fascistas. “Si ser humanista es ser comunista, que me anoten en la lista”, insistió. El anuncio de la invitación al cubano vendría pocos días después. Los panistas morderán —están mordiendo— el anzuelo. Quienes en su momento dijeron que “con Vox ni a la esquina”, se enfrentarán con los que no son capaces de ver otra alternativa que la planteada por los ultraderechistas españoles. Las redes sociales arderán tras los discursos, los moderados serán tachados de tibios, y el partido se debilitará mientras el Presidente observa a lo lejos y se frota las manos. Y reparte embajadas.

En política nada es casual, y mucho menos en los tiempos actuales. El Presidente mueve sus fichas, y prepara el gambito con el que pretende destruir a una alianza opositora que ha surgido gracias al esfuerzo de una sociedad civil que, en su momento, supo organizarse, pero que ahora languidece. A pesar de que los muertos de la pandemia —y de la inseguridad— se siguen acumulando, a pesar de que la catástrofe económica se ha cargado a la clase media que no tuvo ningún apoyo para sobrevivir. A pesar del ecocidio fruto de las obras emblemáticas, a pesar de la corrupción que sigue imperando, a pesar de los pactos más que evidentes con los grupos que no se ha atrevido a tocar.

La sociedad civil está pasmada, entre empresarios que no terminan de comprometerse y políticos que no pueden ver más allá de sus narices. Medios que buscan “la nota”; youtubers en búsqueda del sensacionalismo, que garantice su propio ingreso y usuarios de redes sociales en búsqueda de revancha, por ambos lados. El Presidente se dispone a aprovecharlo todo, mientras que el país se desmorona y el proyecto de restauración neoecheverrista prosigue su camino. El país no marcha bien, y se aproxima al abismo soñado por una persona que no alcanzó a ver que el mundo había cambiado después de tres décadas. La pregunta es muy sencilla: ¿vamos a seguir cayendo en su juego?

El Presidente cubano llegará en unas horas, para desempeñar el rol previsto por su aliado. Uno hace como que manda médicos, como si estuvieran preparados para enfrentar la contingencia: el otro finge que sirven al sistema de salud, más que al de espionaje que ha sabido aprovechar. El dinero fluye de un lugar al otro, Cuba recupera una influencia que estaba perdiendo: México se convierte en un laboratorio ideal para las dictaduras en ciernes.

Y en ésas estamos. Lo que viviremos durante esta semana será una dura prueba no sólo para el nuevo embajador norteamericano, sino para quienes busquen construir opciones viables para el 2024.

La oposición se enfrenta a una crisis estructural, provocada por quienes ha buscado enfrentar un populismo con otro: de lo que suceda en esta semana se podrá inferir el resultado del proceso electoral en ciernes. Mientras tanto estamos, todavía, a tiempo de evitar la dictadura cubana-bolivariana que nos han tratado de imponer. Suerte para todos, y que Dios reparta.

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