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De política y cosas peores

Superiberia

Catón
Columnista

La Presidencia de la República se ha convertido en una Presidencia Municipal más de Tabasco. Eso muestra la inseguridad de López Obrador, su creciente inquietud ante los problemas de toda índole que afronta y que no ha sido capaz de resolver. Y no es que sus paisanos a los que ha dado nombramientos de importancia puedan afrontar esa problemática.

El Presidente quiere resolverlo todo por sí mismo. En el caso de Gobernación, si doña Olga fue el florero, don Adán será el tibor. Pero AMLO es como un muchacho que en situación de apuro llama a sus amigos de juventud no para que lo aconsejen, pero sí para que lo acompañen y lo arropen. Otra cosa puede darle el clan tabasqueño a su jefe: lealtad. Es lo que el Presidente busca no sólo en sus paisanos sino en toda su corte: no capacidad ni idoneidad, sino incondicionalidad.

A más de sus proyectos faraónicos y la creciente dificultad de terminarlos bien, en tiempo y forma, debe empezar desde ahora a atender el más importante y ambicioso de sus planes: el de su sucesión. Ante la precisión de entregar la banda presidencial -la tricolor, no la suya-, cosa que por fuerza tendrá que hacer si no quiere ir a parar al basurero de la Historia, necesitará que todos sus adictos lo respalden en su decisión, que eventualmente será, piensan algunos, nombrar para que lo suceda no a esta señora, sino a esta otra, pues cosas se están viendo que ya se vieron, menos ocultas, en tiempos de Vicente Fox.

El cambio de secretario -o secretaria- de Gobernación da lugar siempre a muchas especulaciones. Ésta es sólo una entre las mil que de seguro surgirán. Por lo pronto doña Olga -igual que Alfonso Romo, Carlos Urzúa, Víctor Manuel Toledo, Javier Jiménez Espriú y otros- ya sabe desde ahora, y el tiempo se lo confirmará, que no fue un honor haber estado con Andrés Manuel López Obrador.

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