Existe una esquizofrenia mundial la cual, por un lado parece extrañar los años del mundo unipolar, que tras la caída de la URSS convirtió a Estados Unidos (EU) en una especie de policía mundial, y por el otro está enojada con la potencia estadunidense tanto por sus acciones como por sus omisiones en los conflictos que vive la comunidad internacional actualmente.
Una esquizofrenia que en general resulta muy conveniente para un mundo que reclama acción, pero tampoco respalda a EU como lo vimos en el caso de Ucrania. Ahí 58 países decidieron abstenerse de votar en la ONU a la hora de tener que decidir entre reconocer o no la partición del país en el momento en que Rusia se quedó con Crimea.
¿Cómo reclamar que otro actúe si uno no está dispuesto a respaldar ni con un voto en la ONU?
Y los estadunidenses tienen también su dosis de esquizofrenia cuando se trata de este tema. Porque por un lado le reclaman a Obama que haga parecer a EU débil ante tanto titubeo por actuar cuando hay rupturas internacionales, pero por el otro, el Pew Reasearch Center publicó a fines de 2013 una encuesta en la que 52% de los estadunidenses dijo preferir que EU deje de entrometerse en asuntos internacionales.
Recuerdo cuando hace casi seis años, en el marco de la Convención Nacional Demócrata que le otorgó la candidatura presidencial a Barack Obama, el expresidente Bill Clinton habló justamente del hartazgo del mundo con EU como policía mundial.
Tras los ocho años de gobierno de George W. Bush, Bill Clinton dijo que EU estaba debilitado frente al mundo por un exceso de unilateralismo y la falta de cooperación. Por el fracaso de utilizar el poder de la diplomacia en Oriente Medio, África, América Latina, Europa del Este y Central.
Clinton animaba entonces a los estadunidenses a votar por Obama, por considerar que él era el político indicado para acabar con estas fallas de sus antecesores. Y remató con una frase que es ya memorable: “En el mundo, la gente siempre se ha impresionado más por el poder de nuestro ejemplo que por el ejemplo de nuestro poder”.
Gran discurso de Clinton que, desgraciadamente ha fallado en el sentido de que Obama no ha logrado acercar más a Estados Unidos con el mundo. Todo lo contrario. Fuera de otros discursos que también han sido muy buenos, durante el gobierno de Obama la lista de enemistades en el mundo con EU ha crecido y los esfuerzos globales por tener mayor seguridad en la comunidad internacional han sido un fracaso.
Louise Arbour, la exalta comisionada de la Oficina de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos estuvo la semana pasada en México y describía el momento actual por el que atraviesa el mundo: “Estos no son los mejores tiempos; tampoco los peores. Estos son tiempos de confusión”.
Y es cierto. Japón quiere sentirse respaldado por EU en su conflicto con China por las islas Senkaku; en Oriente Medio Israel quiere sentir el apoyo incondicional de EU ante los desplantes iraníes o la amenaza Siria. Europa del Este y Ucrania lo mismo, ante el conflicto con Rusia. Pero para EU ser el policía del mundo, como cuando cayó la URSS, es ya demasiado costoso.
La solución tiene que estar en la construcción de coaliciones que hagan que la diplomacia funcione y que la amenaza de utilizar la fuerza sea creíble. Y es precisamente ahí, en la construcción de coaliciones, en donde Obama ha fallado.
En ello debería enfocarse la política