VERGÜENZA AJENA
Lo narró el escritor uruguayo Eduardo Galeano en una de sus obras. Los niños huérfanos de un país de América del sur rezaban todas las noches dando gracias a Dios por tener un noble benefactor, un señor encumbrado que daba importantes donaciones para la manutención del orfanato donde eran criados. Las monjas que los cuidaban los azuzaban a pedir a Dios para que favoreciera aquel buen hombre y pedirle que lo que daba de limosnas se le multiplicaran en su bolsillo. Ese benefactor fue un personaje popular porque su nombre también figuraba en escuelas y plazas públicas.
Así, varias generaciones crecieron con la imagen de que tal señor era un ser piadoso, ejemplo de pro-hombre, un enviado de Dios, pues. Sin embargo, cuando los huérfanos y pobres se hicieron adultos y comenzaron a cuestionar su situación de miseria se enteraron que su benefactor había sido en realidad un tratante de esclavos, explotador de campesinos, asesino de sus padres y abuelos, violador de madres y hermanas, y exterminador de los pobres a quienes condenaba a trabajar como esclavos en las plantaciones o en las minas, y cuando enfermaban o intentaba escapar, los asesinaba.
De eso hizo su fortuna aunque para lavar su imagen daba donaciones a los orfanatos donde fueron refundidos aquellos niños sobrevivientes del genocidio. También financió la construcción de una biblioteca, costeó gastos del coro de la iglesia y hasta mandó a empedrar las calles con lingotes de plata en una procesión con la imagen de la Virgen María con el niño Jesús en brazos. ¡Hombre más pío no pudo existir!, gritaban a voz de cuello sus panegíricos –alabadores- que desde siempre han existido. El ídolo falso se alzó como un héroe local pese a que su fortuna la hizo a costa de la sangre de miles de inocentes.
La historia contada por Galeano se recrea en el homenaje que el gobierno duartista hizo el pasado fin de semana al ex goberandor Agustín Acosta Lagunes, a quien intentan hacer pasar como pro-hombre cuando fue uno de los peores gobernantes que ha tenido Veracruz – –por supuesto, solo superado por el innombrable y por el actual despachante de Palacio de gobierno-. Su administración fue una página manchada de sangre en la historia estatal: el crimen operaba libremente, las matanzas a balazos se cometían a plena luz del día y en lugares concurridos de las principales ciudades, y las bandas criminales se repartieron el territorio donde imponían su ley a costa de balazos.
Acosta Lagunes permitió que el estado se lo dividieran las bandas criminales, algunas de ellas manejadas por sus parientes –el caso más representativo fue el de su primo, Felipe Lagunes cuyo grupo delictivo se hacía llamar La Sonora Matancera-. La entidad era tierra de nadie – vaya, justamente como hoy sucede- y la autoridad era de papel, inservible, permisora, cómplice, pues. ¿Adivinen quién fue secretario de Gobierno en esta época en que el crimen imperaba en la entidad? Acertaron. Amadeo Flores Espinoza, ex procurador del duartismo y entonces no hace falta indagar mucho para deducir que repitió la dosis de aquella época que era arropar con impunidad a los delincuentes.
Flores Espinosa también fue director general de Seguridad Pública en el sexenio de Acosta Lagunes y por ende, nunca se persiguió a los grupos delictivos que mantenían aterrorizado al estado. Uno de esos cacicazgos mortales floreció en la zona centro con el famoso gatillero Toribio Gargallo, apodado El Toro, que tenía como centro de operación en el poblado Ojo de Agua, en Omealca y que fue abatido en octubre de 1991 durante el gobierno de Dante Delgado Rannauro.
La historia lo documentó: Veracruz estaba literalmente de rodillas frente al crimen durante la gestión de Agustín Acosta Lagunes y tuvo que venir un personaje de mano dura, Fernando Gutiérrez Barrios, a limpiar al estado de malosos, algo que logró y por eso se ganó el nominativo de “Hombre Leyenda”. Pese a sus yerros y atrocidades a nivel federal, en la entidad siempre habrá un recuerdo amable para Gutiérrez Barrios por hacer eso: limpiar el tiradero de Acosta Lagunes, y darle un poco de paz a los veracruzanos.
Empero, en el homenaje póstumo que el duartismo hizo a Acosta Lagunes no todo fue incoherente ya que el orador principal para quemarle incienso fue el vocero Alberto Silva Ramos, vocero estatal al que le gusta que le apoden El PavoReal. Vaya, no pudieron escoger mejor personaje para tal efecto pues Silva Ramos tiene una especial atracción hacia los tiranos. No hay que olvidar que fue quien aconsejó al cordobés Javier Duarte de Ochoa para que a inicios de su administración se declarara públicamente admirador del sanguinario Francisco Franco, El Generalísimo, que asesinó a miles de republicanos en casi 40 años de dictadura en España.
En la hacienda El Lencero -la que, por cierto, sigue como si fuera una propiedad personal de sus herederos de Acosta Lagunes pese a ser patrimonio estatal-, sin escatimar en excesos, el esponjado Silva Ramos calificó al ex mandatario como “un visionario que construyó un puente con el futuro lo que permite a los actuales gobernantes –léase a Duarte- aprender de sus enseñanzas”, pero no dijo que ese puente lo levantó sobre los cadáveres de todas las víctimas de esa época tenebrosa. Lo que sí es cierto es que el actual gobernante abreva de su legado pues la entidad está igual o peor que en la época de Acosta Lagunes en cuestiones de seguridad. ¿O no?
Pero la que provoca más vergüenza ajena es la rectora de la Universidad Veracruzana (UV), Sara Ladrón de Guevara quien fungió como segunda oradora para ensalzar la imagen del aciago ex gobernante. La titular de la UV se prestó a tan indigno homenaje, comprometiendo la fama de una universidad que deber ser cuna de ideas libertadas, de derechos humanos, de pensamiento humanista y de combate a los regímenes de muerte. Ladrón de Guevara es igual a aquellas monjas que en el libro de Galeano enseñaban a los niños a rezar por un tirano, disfrazándolo de justo. Esa señora debería ofrecer una disculpa a la comunidad universitaria por acudir a ese acto tan obsceno a nombre del Alma Mater. No tiene recato.
UNA BICOCA
Mucho alboroto se ha armado con la detención del ex gobernador de Aguascalientes, el panista Luis Armando Reynoso Femat, a quien le atribuyen un peculado por 26 millones de pesos por vender ilegalmente terrenos propiedad del estado. No es un delito grave en ese estado y la fianza lo alejará de la cárcel pero el susto y la exhibida nadie se la quitará. Es peculiar la forma en que se trata a los que le meten la mano al cajón pues al panista Reynoso le dieron un susto y al ex gobernante veracruzano ahí anda, aparentemente sin mayor problema y eso que vendió todo lo que pudo desde terrenos y placas de taxi hasta notarías y magistraturas.
Lo que se robó el hidrocálido es una bicoca si se compara los 80 mil millones de pesos que el innombrable dejó como deuda pública a los veracruzanos. Tan solo en su último mes al frente de la administración estatal evadió 10 mil millones de pesos que le autorizó el congreso local en créditos bancarios, y nada ha pasado. Se pasea feliz, sonriente, porque si bien está apestado en el gobierno federal en el estatal lo protegen y continúa mandando. Entonces, los habitantes de Aguascalientes celebran lo que tanto ansían los veracruzanos: castigo aunque sea mediático.
Lo anterior refuerza lo dicho sobre que Veracruz es tierra de impunidad pues ni el innombrable está en la cárcel ni otros pillos como César Torrecillas, Francisco Portilla Bonilla, Juan Lavín, Elizabeth Morales, Carolina Gudiño y Salvador Manzur, ex presidentes municipales de Fortín de las Flores, Córdoba, Xalapa, Veracruz y Boca del Río. Es más, a excepción de Torrecillas y Gudiño, el resto siguen en la nómina pública. ¿Y qué tienen en común estos seis además de sus latrocinios? Que para variar todos son de cepa fidelista, obedecen al innombrable con el que hicieron negocios enormes como ediles.
LA MURALLA ROJA
La disputa por la dirigencia del Partido Acción Nacional impacta directamente a Veracruz pues de ella dependerá que se consolide la ahora llamada “Muralla Roja” –antes era “Muralla Azul”- y conserve el control de la dirigencia estatal para ponerla al servicio del Gobierno del Estado y del tricolor, o que se desmorone ladrillo por ladrillo. A nivel local, los grupos panistas que apoyan al senador con licencia Ernesto Cordero Arroyo, se aliaron al duartismo y a la fidelidad para hacerlo ganar a costa de lo que sea y están en vías de ser el emulo del “PRD rojo”, ese que fue infiltrado desde los comicios pasados y en cuya dirigencia colocaron a Sergio Rodríguez Cortes, ex alcalde de Ciudad Mendoza.
Por eso muchos ya le llaman el “PAN rojo” a la fracción que controlan personajes como Enrique Cambranis Torres, Alejandro Vázquez Cuevas, Julen Rementería, Juan Bueno Torio, Bernardo Téllez, Hugo Fernández y Marco Antonio Núñez. Esos son los que levantaron la “Muralla Azul” que ya se enrojeció y y reciben todo el apoyo, tanto logístico como mediático y monetario, de la entidad para promocionar y pasear a Ernesto Cordero en sus giras por la entidad como sucedió el pasado fin de semana que visitó la zona sur y centro de la entidad.
Los allí presentes dan testimonio de que había más priistas que panistas en esos encuentros que sostuvo Cordero con supuestos militantes azules, además de que sedes ocupadas son las mismas donde el gobierno estatal realiza sus eventos. Los insidiosos afirman que la renta de esos espacios además del financiamiento de la mayor parte de la gira salió de la Secretaría de Finanzas y Planeación (Sefiplan). Es decir, están con todo para hacer ganar al candidato rojo. Sin embargo, la mala noticia para ellos es que las previsiones demoscópicas anticipan un supuesto triunfo de Gustavo Madero y de cumplirse esa “Muralla Roja” terminará en escombros.