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Menores no eran delincuentes

Superiberia
  • ‘¡No hubo fuego cruzado, eran balas del estado!’
  • Repudia la población el asesinato de dos jóvenes a manos de elementos de la Fuerza Civil en La Patrona

NAHÚM BASTIAN
El Buen Tono

CÓRDOBA.- En cuestión de minutos las ilusiones y sueños de Jonathan y Eduardo de 15 y 13 años de edad respectivamente se desvanecieron, la irrupción de elementos de la Fuerza Civil a un domicilio de la localidad La Patrona, trajo consigo la desgracia que ha enlutado a la sociedad, que hambrienta de justicia e impotencia, alzó la voz quebrada por el dolor para exigir castigo a quienes desenfundaron sus armas y asesinaron a los menores de edad, cuyo único error fue estar en el momento y lugar equivocados; en ese sitio como de costumbre, lavaban la camioneta de su tío, quien asegura que desde hace un año y medio, ambos lo ayudaban con labores diversas en su casa.


El dolor se percibe en el ambiente; al adentrarnos entre las brechas de la citada comunidad, está una pequeña vivienda construida con algunas tablas y láminas, el piso es de tierra, no hay lujos ni comodidades; sin embargo, la tarde de ayer resguardaba dos féretros de color blanco iluminados por tenues rayos de Sol que entraban por las rendijas, mientras tanto, poca gente se encuentra al interior montando guardia, porque en su mayoría, estaban lanzando consignas y realizando bloqueos en las vías de comunicación, para lograr que este asesinato no quede impune.

  • LA ESCENA
    Los cuerpos de Eduardo y Jonathan quedaron tendidos sin vida en el piso; el primero recibió dos balazos mientras que al segundo lo impactaron tres.

Fue la tarde del viernes cuando Alberto Jiménez (tío de los finados), se encontraba al interior de su vivienda al lado de su esposa embarazada y su hija, cuando las detonaciones de arma de fuego los alertaron, “pensamos que se trataba de una balacera, en ese momento los elementos entraron y por un instante nos sentimos seguros, pero no, por el contrario, fuimos sometidos en una de las habitaciones de la casa, nos hincaron con las manos en la nuca y en repetidas ocasiones me cuestionaron sobre si poseía algo que me comprometiera, yo les contestaba que no y mientras nos interrogaban se escucharon más detonaciones que no fui capaz de contabilizar por el nerviosismo del momento”, narró el dueño del inmueble.


Según relató, los elementos los despojaron de sus teléfonos celulares y los dejaron ir: “¡levántense, llévense a su hija pero como van y sin voltear, y nos dejan todas sus pertenencias aquí!”. Vociferaron los uniformados quienes no dieron respuesta a los cuestionamientos de Alberto Jiménez de lo ocurrido con los jóvenes: “insistí sobre el paradero de mis sobrinos, pero ellos estaban herméticos; en el terreno hay una barda que impedía ver lo que sucedía, registraron cajones, revisaron los teléfonos y no encontraron nada, mi camioneta la estaban lavando Jonathan y Eduardo, pudieron comprobar que no cuenta con reporte de robo, pero siempre insistí en que eran mis sobrinos y trabajaban para mí”.

*cifra: 60 elementos acudieron al lugar y acordonaron varias cuadras para evitar que alguien pudiera acercarse a la escena.

Eduardo tenía 15 años de edad y planeaba cursar la preparatoria abierta para seguir apoyando a su familia, pues al ser de escasos recursos sus padres siempre le inculcaron el amor por el trabajo honrado pero sin dejar de lado los estudios; Jonathan, concluía el segundo grado de secundaria, ambos tuvieron la satisfacción de haber recibido excelentes calificaciones por su desempeño escolar en la secundaria General de Amatlán, pero sin saberlo, ésta sería la última de las muchas metas que se tenían fijadas para el futuro, pero fueron truncadas cuando fueron abatidos por los elementos de Seguridad.
Los gritos y lamentos de Luz María Aguilar González, madre de Eduardo rompieron con el silencio sepulcral que reinaba en su vivienda, el llanto reflejaba un dolor que contagiaba, sus ojos claros destellaban una tristeza desgarradora.

SIN VEHÍCULOS
Hasta el cierre de esta edición los bloqueos se mantenían en varios puntos de la ciudad, la finalidad es que el Gobernador del Estado y hasta el mismo Presidente del País los escuchen y se haga justicia para estos jóvenes y sus familias, quienes aun no dan crédito a lo ocurrido.


“Miren mi casa, no es justo que digan que los niños eran sicarios, ellos ganaban de 10 a 15 pesos por coche que lavaban y lo hacían de corazón para comprarse ropa o cosas para la escuela, queremos que se haga justicia, el viernes nos tuvieron en la lluvia por horas y yo nada más les pedía que me dejaran identificar el cuerpo de mi niño y no me lo permitieron, pude verlo hasta las dos de la madrugada; pido que se apiaden de nosotros, ¡señor Gobernador, no se vale que a dos criaturas con la vida por delante les hayan hecho esto!”

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