- Longeva mujer de 103 años
- Aún lúcida, con la gallardía y experiencia que los años han forjado en ella, todavía hilvana un sinfín de historias disfrutables para su familia y conocidos
- Epigmenia, originaria de Sabanas, municipio de Huatusco, (pero que ahora radica en la Ciudad de los 30 Caballeros)
CÓRDOBA.- De entre todo el núcleo de historias que podamos imaginar en una fecha tan especial como el Día de las Madres, existe una que pocas veces puede narrarse, el cumpleaños de un ser querido siempre es motivo de alegría y regocijo; sin embargo, cuando el número de años en cuestión superan el siglo, es algo que sin duda debe considerarse un evento trascendental. Éste es el caso de Epigmenia Michi Ramírez, quien cumplió 103 años el pasado 10 de mayo, aún lúcida, con la gallardía y experiencia que los años han forjado en ella, todavía hilvana un sinfín de historias disfrutables para su familia y conocidos, quienes se asombran al saber que vivió la llegada a este mundo de dos de las pandemias más mortales.
En el año de 1918 se inició la terrible pandemia que, conocida como la Gripe Española, acabaría con más de 40 millones de personas en todo el mundo, durante esta misma época también se desataría la Primera Guerra Mundial, cuyo atestamiento y desplazamiento de tropas propiciaron la propagación de dicho virus de la influenza pandémica. En México, su entrada fue por el Puerto de Veracruz en buques procedentes de Nueva York y de la Habana; la prensa habló de mil 500 a 2 mil muertes diarias en el país.
Hija de Susana Ramírez Gonzales, quien asombrosamente vivió 110 años y de Genaro Michi, que partió de este mundo a los 80 años de edad, Epigmenia, originaria de Sabanas, municipio de Huatusco, (pero que ahora radica en la Ciudad de los 30 caballeros), tuvo seis hermanos: Emiliana, Enrique, Rufino, Maclovia, Raúl y Otilio, de los cuales ya ninguno vive. Producto de su matrimonio con Primitivo Herrera Luna, concibió 12 hijos: Reyna, Antonia, Natividad, José, Carmen, Rosendo, Fermín, Juanita, Elena, Faustino, y dos gemelos que fallecieron al nacer, todos de apellido Herrera Michi.
De sus hijos restantes ha visto perecer a seis, tiene 25 nietos (de los cuales cuatro ya fallecieron), 38 bisnietos y 27 tataranietos. Como era común en esa época, Epigmenia laboró como desmanchadora en tabaco y rama en Córdoba luego de enviudar, por lo que tuvo que ingeniárselas para sacar adelante a sus hijos; posterior a este empleo tan asiduo en la ciudad, ocupó el puesto de cocinera con la familia Medina Gonzales por más de 30 años.
Con los años a cuestas y las arrugas en su rostro que demuestran que, pese a las adversidades y las pocas oportunidades de un país permeado por la violencia y las enfermedades, tuvo tiempo para reír bastante y ser feliz, narra historias relacionadas con los estragos que trajo consigo la Revolución Mexicana; su voz aún potente, cuenta episodios macabros como cuando de la mano de su madre al caminar entre veredas, presenciaban a revolucionarios pendiendo de sus cuellos en las ramas de los árboles, ya conocido rapto a las más jóvenes y el cierre de las iglesias, porque quien quería casarse, debía hacerlo en sus casas y de manera clandestina.
De pequeña, tuvo el gran privilegio de conocer a Monseñor Guízar y Valencia, quien en sus visitas a Huatusco llevaba dulces y y figuritas de palma a los niños a quienes acariciaba en la cabeza; Epigmenia constata que el Obispo ocupaba cualquier rincón que le ofrecieran para dormir por humilde que este fuera y después de haberle hecho la cama, prefería dormir en el piso, cediendo el aposento a su acompañante.
“Aún recuerdo lo bonito de mi niñez en cosas tan cotidianas… iba con mi hermano a cortar café y cuando teníamos hambre, machacábamos las yerbas y nos las comíamos, tomábamos agua de las cepas de plátano que algunas veces hasta tlaconetes tenían, pero qué divertido era pertenecer a la gente sencilla”, relató por momentos con una voz algo quebrada por la nostalgia de esos pasajes que para la mayoría son oníricos.