La aprobación de reformas estructurales en 2013 generó grandes esperanzas de que la clase política, de los principales colores partidarios, había logrado extirpar la grave patología de inmovilismo legislativo incubado en el país durante 12 lamentables años.
Iniciamos 2014 con expectativas positivas en torno a la legislación secundaria en materia de energía, telecomunicaciones y de asuntos político-electorales. Todo indicaba que los tres principales partidos completarían en el Congreso la delicada tarea de puntualizar en las leyes específicas los acuerdos fundamentales que se habían logrado en la Constitución.
A siete días de que concluya el periodo ordinario de sesiones en ambas cámaras, las dudas y el pesimismo regresan por sus fueros en un escenario de desconfianza mutua que mucho nos recuerda los peores momentos de la parálisis legislativa del pasado reciente.
Múltiples factores explican la falta de acuerdos entre el partido en el gobierno y sus oposiciones. El PAN se encuentra inmerso en una conflictiva elección interna que presagia una verdadera ruptura, en tanto, el PRD pareciera regresar al viejo discurso negativo y testarudo que tanto daño le ocasionó en otros momentos.
La manzana de la discordia se encuentra en las interpretaciones diversas y encontradas que los actores políticos tienen sobre los alcances de las reformas constitucionales. El PAN y el PRD insisten en que sus contrapartes en el PRI quieren distorsionar lo que se acordó en la Carta Magna, en tanto, el tricolor sostiene que sus propuestas respetan el espíritu de lo aprobado en 2013.
En otras condiciones políticas, el PRI forjaría las alianzas necesarias para obtener los votos requeridos en sociedad con el PAN. Sin embargo, la monumental división entre Cordero y Madero, así como su agria disputa por la dirigencia nacional, son factores estacionales que obstaculizan el acuerdo, a pesar de que en el fondo ambos partidos tienen coincidencias, tanto en materia energética como en telecomunicaciones.
Con un lenguaje cada vez más duro y descalificador, senador@s y diputad@s siguen tensando la cuerda de las desavenencias, generando un ambiente poco propicio para concretar la legislación pendiente. Qué lejano se ve el discurso de concordia y consenso que caracterizó las épocas del Pacto por México. Sin ese instrumento, regresamos al desgastado método de los cálculos políticos y las parcelas particulares.
Resulta contradictorio e inverosímil que los mismos actores que tuvieron la capacidad de construir reformas tan relevantes en el pasado se hayan transformado radicalmente y ahora actúen con tácticas dilatorias y argumentos poco claros que son más bien vistos como estrategias de filibusterismo, que sólo buscan ganar tiempo y entrampar la aprobación de leyes que son urgentes y necesarias.
Recurriendo a los anales de la siquiatría, da la impresión de que en el Congreso se está viviendo una suerte de esquizofrenia política que ha generado que frente a la misma realidad objetiva, distintos partidos perciban escenarios completamente distintos y contradictorios.
A pesar de que las reformas constitucionales fueron aprobadas con el concurso de todos, ahora los padres de la criatura se niegan a acelerar la segunda etapa de transformaciones, violando sus propios plazos y sin dar argumentos suficientemente sólidos que vayan más allá de las mezquinas agendas partidarias.
BALANCE
En este clima de recriminaciones y discursos cortoplacistas, el primer gran damnificado puede ser el recién creado INE que requiere con gran premura que se lleven a cabo las modificaciones legislativas correspondientes para poder organizar, sin contratiempos ni lagunas legales, las elecciones federales de 2015.
Es lamentable que se haya extraviado en el camino la visión de Estado, que caracterizó la agenda legislativa de 2013. Aún es tiempo de recuperar la altura de miras que inspiró a las reformas y renunciar a la esquizofrenia legislativa que pasajeramente se ha apoderado del Congreso. L@s mexican@s no merecemos menos.