Han llegado a afirmar, a manera de ataque, que al no ser católica entonces soy atea, blasfema y hereje.
Con pena por aquellos intolerantes que sólo consideran su camino espiritual (si así se puede llamar el señalar y juzgar a alguien sólo por no pensar o practicar como ellos mismos) como el válido. Qué pena por aquellas personas que ni siquiera saben lo que las palabras que utilizan significan.
Blasfemia es una palabra injuriosa contra Dios, la Virgen o los santos, también contra una persona cualquiera. No seguir una religión preestablecida, no me hace blasfema, me hace una persona con un camino espiritual alterno, tan válido como el de cualquiera.
Herejía es un error en materia de fe. No ser católica no me convierte en un ser sin fe, no practicar una religión determinada, no asistir a una iglesia y no creer en las investiduras sagradas que creen los que eligieron practicar cualquier religión, no me hace una hereje, me hace una persona que tiene sus propias creencias.
Yo no juzgo a nadie por practicar la religión que mejor le acomode; al final, la religión es un camino personal que cada individuo elige para practicar su fe. Si reniego de las barbaridades que suceden en la Iglesia católica, lo hago como renegaría o reniego de las barbaridades que suceden en cualquier otra Iglesia.
¿Y qué es una persona que no es religiosa? Pues es espiritual. Vivimos una era en la que las religiones se están readaptando o estarán destinadas, muchas, a desaparecer con el tiempo, así como ha pasado con tantas cosas, durante las evoluciones humanas y los avances de las civilizaciones.
Así como un día aparecieron las religiones, así como los hombres se inventaron lineamientos y estatutos espirituales que más tarde se catalogaron como religiones, hoy, somos muchos los que practicamos caminos espirituales alternos que no tienen que ver con Jesús o Jehová o la virgen María. Eso no quiere decir que no crea en Dios, ni en los seres de luz ni en el bien ni el mal ni en las escalas del alma ni en la evolución de nuestra energía.
La forma en la que cada quien quiera creer y lo que cada quien quiera practicar es su elección y no es el derecho de nadie juzgarla, señalarla o darle adjetivos agresivos, únicamente porque sea diferente.
Mi camino espiritual es el del universo, mi religión es amar a quienes me rodean, respetar a los animales, procurar, cada día, vivir en más equilibrio con mi planeta.
Mis creencias son que el universo me provee de lo que necesito y que con eso puedo ser feliz, a veces en abundancia, a veces no. A veces con todo saliendo maravilloso, a veces con todo patas para arriba, pero siempre agradecida porque el universo, Dios, la madre naturaleza y los seres de luz o como cada quien le quiera llamar, nunca me abandonan.
¿Mi práctica? La meditación, porque ahí me encuentro con Dios, ahí me encuentro con mi esencia, con quien soy y con esa realidad de ser una diminuta partícula del universo que debe trabajar diariamente para ser una buena partícula. ¿Mi dogma de fe? Saber que cada que abrazo un árbol y le cuento mis dolencias del alma, me escucha, me sana y me reconforta.
¿Mis preceptos? El amor, amor a manos llenas, sonrisas aunque no me las den de vuelta, lágrimas de alegría, abrazos de oso, te quieros ilimitados, y fe, mucha fe en que esta especie a la que pertenezco algún día va a aprender a vivir en armonía, los unos con los otros, sin importar qué raza, qué sexo, qué especie o qué camino espiritual hayamos elegido.
Espero que quienes profesan la religión católica hayan tenido una feliz Semana Santa.