Vicente Camalote.- La algarabía, el color y una mezcla estética entre lo ancestral y lo contemporáneo se conjugan para desarrollar una de las fiestas más importantes de la localidad y que ortorga al municipio reconocimiento internacional, se trata de “Los judíos de Vicente Camalote”.
Debido a la pandemia, el evento se canceló por segundo año, pero los habitantes consideraron que se debe dar a conocer y esperan que puedan retormar la tradición una vez superada la contingencia sanitaria.
Por su peculiar esencia y dramatismo con el que se escenifica; las máscaras y los fastuosos trajes satinados que ponen a prueba el ingenio de los pobladores, denotan una indumentaria poco común que causa el asombro de propios y extraños, dando como resultado un ritual con una historia de por los menos 60 años y que forma parte de la identidad de la población.
Durante los días de la Semana Santa, que inicia hoy, no es extraño toparse a lo largo de las callejuelas de Acatlán de Pérez Figueroa y Vicente Camalote con demonios, fantasmas, monstruos, payasos y un sinfín de personajes propios de una imaginería fantástica, cuyo ingrediente principal es el folclor e ingenio del mexicano, que a la vista de unos cuantos dicho toque de misticismo resulta por momentos, agresivo.
Día de fiesta,
“¡Hazte pa’ allá, no te vayan a dar uno sin querer!”, grita un aspirante a judío, quien debe soportar múltiples golpes de la espalda para abajo, en medio de una valla humana que va desde la iglesia del pueblo hasta la terminal de autobuses, todo ello para emular el Víacrucis de Jesucristo, aunque (en palabras de asiduos al evento) “un golpe sin querer” al espectador se recompensa (según la tradición) y es símbolo de un augurio de fortuna y buena relación familiar durante todo el año, a esto se le conoce como “darte tu gloria”.
Las enormes varas forradas con papel multicolor y las cuerdas que cortan el viento a manera de ensayo (chicotes), son el preludio de lo que será la atracción principal; mientras tanto, los habitantes se colocan en el que consideran como el mejor lugar para ellos, no tan cerca y no tan lejos, pues la pasión por ese instante, inspira a los protagonistas a fundirse en batallas que dejan boquiabiertos a quienes por primera vez observan la tradición, también inspirada en la lucha del bien contra el mal.
Desfile
El momento esperado llega, se forman cuatro filas de los llamados, “judíos viejos”, comandados por los “seres de más alta jerarquía” dentro de la festividad: los demonios, ataviados en colores negro y rojo y enormes cuernos, fungirán como los principales “verdugos” en la bienvenida a los nuevos judíos, a quienes la concurrencia aplaude su valentía, pues a lo largo del trayecto serán brutalmente golpeados ante el descontento de los familiares y el regocijo de otros, quienes claman por “chicotazos” más severos para el personaje.
Cual pasarela, desfilan, las máscaras ocultan el dolor de los golpes provocados por las varas, que muchas veces se desgajan en la piel; el reto es soportar y no caer vencido por el dolor, de ser así, no podrán ser parte de Los Judíos el año entrante, además deberán soportar las burlas de sus compañeros que están ubicados en primera fila, (ya con algunas copas de más), a fin de obtener la mejor fotografía del instante.
La euforia es tal, que entre judíos viejos existen peleas que tienen que ser detenidas a buen tiempo para evitar consecuencias más graves, casi siempre tal batalla anuncia el final de “la valla de los judíos”, como es conocida, después, la comunidad se relaja, mitigando el calor con cerveza, bebidas naturales y refrescantes para presenciar el concurso al mejor disfraz.
Finalmente, los judíos inician un recorrido por el pueblo recolectando dinero en bolsas elaboradas con tela, esto último hace alusión al pasaje bíblico sobre la traición de Judas Iscariote a Jesús a cambio de algunas monedas de plata.