SEMANA ATÍPICA
Se acabaron los días de guardar y hay quienes sostienen que fue una Semana Santa atípica por la cadena de sucesos extraños, tanto físicos y astrológicos, como humanos y políticos, que se dieron. En Veracruz, perecieron al menos 50 personas en accidentes carreteros, siendo el más dramático el sucedido en la autopista Cosamaloapan-Acayucan, que dejó un saldo de 36 fallecidos. Además, en cuestiones astrológicas, se presentó el eclipse lunar que matizó de rojo el astro nocturno, fenómeno que denominan “Luna Roja” o “Luna de Sangre”, y que los esotéricos dicen que trae malos augurios.
También hubo un temblor de 7.2 grados en la escala de Richter, con epicentro en Guerrero, pero que se sintió en todo el país, incluyendo el Distrito Federal, donde se revivieron viejos temores. En tanto, una granizada espectacular se registró en el Estado de México, la cual obligó al cierre de la autopista México-Toluca, pues los granos de hielo formaron una capa de 15 centímetros, mientras que en Veracruz, los vientos del norte superiores a los 100 kilómetros por hora, causados por el último frente frío que se ha de presentar en plena primavera, muy lejos del invierno, cobraron la vida de un menor.
En el tema político, servidores públicos pasaron la semana entre caída y caída como El Nazareno rumbo al Gólgota. Los funcionarios veracruzanos, empezando por el gobernante Javier Duarte, recularon en decisiones –una fue el aumento en el precio del pasaje urbano, que primero negó Duarte y después lo tuvo que autorizar, y en segundo lugar, la modificación de la Ley de Educación que se hizo obligada en el Congreso local para evitar que el Gobierno Federal interpusiera una controversia constitucional contra Veracruz– y eso los exhibió tal cual: mentirosos, como Judas Iscariote, que ni para disimular el chanchullo sirven.
Para finalizar la serie de hechos desafortunados, se dio la partida física del escritor Gabriel García Márquez, gloria de las letras hispanas, en pleno Jueves Santo. Se puede afirmar que sus últimos días recrearon la magnífica obra “Crónica de una muerte anunciada” porque todos especulaban sobre su estado de salud y sabían el desenlace, pero muy pocos anticiparon que sería tan pronto. El pasado jueves finalmente se cerró el ciclo humano e inició la leyenda del gigante que con su pluma embelleció al mundo.
SE ACABÓ LA FIESTA
El colombiano García Márquez fue periodista antes que escritor, y por eso, muchas de sus obras están cargadas de un estilo informativo. Así, “Crónica de una muerte anunciada” navega entre el reportaje novelado y la novela periodística, señalan los sapientes. Es un libro que deberían leer todos los que ejercen el quehacer periodístico, y obligatoriamente, los estudiantes de periodismo. También obras como “Cien años de soledad” o “Amor en tiempos de cólera”, deberían ser textos de lectura obligatoria en las escuelas, desde la primaria hasta el bachillerato, pues son libros insignes de la literatura mundial.
Pero García Márquez no fue solo periodista y escritor, sino también recolector de la sabiduría popular, de la filosofía a ras de piso, aquella que se aprende y se ejerce en los pasajes cotidianos. El escritor fue de esos regalos preciosos que desde allá arriba mandan al mundo, de siglo en siglo, para que con su luz ilumine y difumine la oscuridad, y ahora que se fue, la mejor manera de honrar su memoria es leer el legado escrito que dejó a la humanidad. Por cierto, en el prólogo de otra de sus obras, “Doce cuentos peregrinos”, publicada en 1992, el colombiano se anticipó al describir su propia muerte, narrando un sueño que tuvo:
“Soñé que asistía a mi propio entierro a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con mis amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos, los que no veía desde hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando empezaron a irse, yo intenté acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver con un severidad terminante que para mí se había acabado la fiesta. Eres el único que no puede irse, me dijo. Sólo entonces comprendí que morir es no estar nunca más con los amigos”, escribió.
Este lunes en París, Francia, varias organizaciones culturales, las comunidades de latinoamericanos radicados aquí, el Frente de Izquierda y la asociación Gilberto Bosques, realizan un homenaje postulo a Gabriel García Márquez con una romería que iniciará en la Plaza de la Sorbona y recorrerá la calle Cujas hasta el hotel “Des trois collèges”, donde el escritor vivió un tiempo y redactó la novela “El Coronel no tiene quien le escriba”. Allí se depositarán flores color amarillo –las preferidas de García Márquez- y se leerán textos de sus obras. Y como bien dijeron los internautas al saber de su muerte, “ ahora todos tendremos más de cien años de soledad sin Gabo” y “sus putas tristes están más tristes que nunca como lo estamos todos”, en referencia a uno de sus últimos libros: “Memoria de mis putas tristes”.
DINERO Y TRAICIÓN
Para finalizar con el tema de los días santos, los mensajes dados por la jerarquía de la Iglesia Católica podrían calificarse como inéditos y dignos de citarse, ya que estuvieron empapados de contenido social y abordaron temas que antes eran intocables. Por ejemplo, el Viernes Santo, el fraile capuchino, Raniero Cantalamesa, encargado de la reflexión –ese día no celebra misa el Papa- tocó asuntos que causan escozor: la mafia del narcotráfico, la corrupción de la clase política y la guerra. A los hombres y mujeres involucrados en esas tres cosas los comparó con el traidor Judas Iscariote.
La traición de ellos, dijo, tiene como motivo el dinero. “Detrás de cada mal de nuestra sociedad está el dinero, (está detrás) del comercio de la droga que destruye tantas vidas humanas, de la mafia y de la camorra, de la corrupción política, de la fabricación y comercio de armas o de la venta de órganos humanos extirpados a niños”. Esa “detestable codicia del dinero” también genera un mundo desigual e infeliz, dijo, haciendo referencia a la crisis financiera que atraviesan la mayoría de los países.
Tales dificultades financieras son el resultado de que unos pocos acaparan los bienes que deberían ser repartidos entre todos, y ahí, la alusión es directa a los políticos que ostentan cargos de representación popular. “¿No es ya escandaloso que algunos perciban sueldos y pensiones cien veces superiores a los de los trabajadores de sus dependencias y que levanten la voz cuando se habla de la posibilidad de que tengan que renunciar a algo, de cara a una mayor justicia social?” Esos personajes –funcionarios y políticos- “ya no saben en qué banco o paraíso fiscal almacenar los ingresos de su corrupción”.
“¿Para quién lo han hecho? ¿Valía la pena? ¿Han hecho realmente el bien de los hijos y la familia, o del partido, si es eso lo que buscaban? ¿O más bien se han arruinado a sí mismos y a los demás?”, acotó monseñor Cantalamesa frente a los oídos atentos del pontífice de Roma. Entonces, aterrizando el tema a nivel local, si el feligrés veracruzano no escuchó un mensaje similar en las celebraciones del Viernes Santo en sus parroquias, eso quiere decir que sus párrocos siguen siendo cómplices de los poderosos.
Si no oyó condenas hacia esos traidores en sus pueblos, entonces los padrecitos se niegan a seguir el camino marcado por la Santa Sede para denunciar la injusticia social y la corrupción de aquellos que ocupan cargos gubernamentales o de los delincuentes que dañan a la sociedad. Esos religiosos locales prefieren condenar el pecado interior y dejar pasar la falta más grave: el pecado social.
LA SANTA POBREZA
Precisamente en el tema de los sacerdotes, el papa Francisco les recordó a éstos –desde cardenales y obispos, hasta los encargados de las capillas más pequeñas- que deben abrazar la pobreza como una virtud, pues solo con ella pueden ser dignos representantes de Dios. Y no solo eso, también les pidió salir de sus lujosos templos y sus comodidades mundanas para buscar al rebaño excluido que sufre, es decir, a los pobres. En esa homilía, los llamó a abrazar “la hermana pobreza” –como lo decía San Francisco de Asís- algo parecido a lo que predicaba Santo Domingo de Guzmán al pedir que los sacerdotes vivieran en la “santa pobreza”.
Ya en su primera Semana Santa, en el 2013, Francisco llamaba a los sacerdotes a salir de los templos e ir a donde los olvidados para socorrerlos. “Hay que salir a experimentar nuestra unción, su poder y su eficacia redentora: en las periferias donde hay sufrimiento, hay sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones”, les instó. En pocas palabras, les pidió que vayan en busca del rebaño porque un buen pastor “debe tener olor a oveja”. ¿Cuántos obispos y cardenales tienen “olor a oveja”, a pueblo? ¿El arzobispo de Xalapa? ¿Los obispos de Córdoba y Orizaba? ¿El párroco de su pueblo o su barrio?
¿Cuántos de ellos viven en la abundancia, manejan automóviles de lujo, tienen su mesa rebosante de viandas y se visten como catrines? ¿Y quiénes de ellos prefieren abrazar la riqueza y el poder en lugar de vivir en la santa pobreza? Con esas simples preguntas, el feligrés puede distinguir a los pastores de los farsantes, diferenciar a los que siguen el ejemplo de Cristo de los que solo portan la sotana para vivir del pueblo, ganar fama y codearse con los poderosos. Esos, los falsos pastores, son aquellos que cuando merodean los lobos, en lugar de defender a las ovejas, se las entregan para que las devoren.