LUNES SANTO
Hoy es Lunes Santo, el segundo día de la llamada Semana Mayor, la cual comienza con luto por la muerte de 36 pasajeros tabasqueños en un accidente carretero al sur de la entidad. Es una de las tres grandes tragedias por percances viales en la historia reciente de Veracruz pues comparte características y hasta coincidencias sorprendentes, tanto fortuitas como por errores humanos y oficiales, con las ocurridas en el 2012 en Álamo y en el 2006 en las Cumbres de Maltrata que arrojaron saldos de 43 y 57 víctimas mortales, respectivamente.
El 20 de abril del 2012 un autobús que transportaba jornaleros agrícolas –la mayoría de municipios del sur del estado- se impactó contra la plataforma desprendida de un tractocamión de doble remolque que transportaba sorgo en la carretera Álamo-Potrero del Llano, al norte del territorio estatal, dejando 43 personas fallecidas mientras que el 17 de abril del 2006 otro autobús con 60 pasajeros cayó en un barranco de 200 metros de profundidad cuando descendía el tramo La Esperanza-Orizaba de la autopista Veracruz-Puebla.
Las víctimas mortales fueron 57 jóvenes feligreses de una iglesia evangélica que regresaban de un retiro religioso en Jalisco en un vehículo -con sobrecupo pues tenía capacidad para 40 personas pero transportaba a sesenta- que se quedó sin frenos y se precipitó al vacío. Los tres accidentes ocurrieron el mes de abril. ¿Coincidencia?. Es un caso para los numerólogos aunque lo comprobable es que ambos tuvieron dos constantes que son más terrenales que esotéricas: el error humano y la desidia oficial. El primero fue porque en los dos primeros accidentes fueron ocasionados por la irresponsabilidad de los conductores de los tractocamiones con los que se impactaron los autobuses de pasajeros.
Uno porque se desprendió un remolque con el que se estrelló el autobús con jornaleros agrícolas, y huyó del lugar sin auxiliar ni dar parte a las autoridades para ayudar a los sobrevivientes –obviamente mucho menos revisó el vehículo que conducía con sobrepeso y fallas en el aseguramiento de las plataformas- y el otro porque dejó estacionada la unidad sin señales sobre la autopista. En tanto, en el de las Cumbres de Maltrata el percance se registró por las condiciones físicas del vehículo, el sobrecupo y la impericia del chófer. A su vez, el factor oficial está en la desidia para regular la circulación de vehículos de carga muy pesados y para supervisar las condiciones de las carreteras.
La tragedia del ayer domingo se dio dos días después de que se arrancó el operativo de vigilancia carretera por Semana Santa. Entonces, ¿cómo se pudo permitir que un chofer irresponsable dejara mal estacionado en una autopista federal su tractocamión sin señales de advertencia?, ¿dónde estaban los agentes policiacos y de vialidad encargados de velar por la seguridad de los turistas? Ahora, ya consumada la tragedia vendrán las declaraciones, las iniciativas, los llamados, las comisiones especiales, las promesas y demás alharaca que siempre lanzan las autoridades tanto federales como estatales pero será “de saliva”, solo para salir del apuro, como lo demuestran los hechos históricos. No hay que olvidar que cuando perecieron los feligreses en la autopista Orizaba-La Esperanza mucho se habló sobre la mala planeación de las rampas de frenado de emergencia y las pésimas condiciones de la cinta asfáltica.
En ese entonces hubo exigencias de que se investigara la responsabilidad de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) y de la paraestatal Caminos y Puentes Federales (Capufe). Nada ocurrió, nunca se deslindaron responsabilidades y nadie pagó por el accidente que cobró 57 vidas. Lo mismo sucedió en Álamo pues incluso el PRI a través del senador Arturo Zamora propuso modificar la Ley de Caminos, Puentes y Autotransporte Federal con el fin de impedir que este tipo de camiones circularan por las vialidades tanto federales como autopistas de peaje. Tampoco nada ocurrió pues ahí siguen circulando dichas unidades.
Por eso tienen razón aquellos que señalan que las tragedias derivadas de errores humanos se agudizan cuando van acompañadas por la irresponsabilidad e incumplimiento de las autoridades cuyos funcionarios dicen vigilar vialidades sin hacerlo, que hablan de componer carreteras y no cumplen, que pregonan leyes para regular el flujo vehicular y mienten. De todas esas promesas y excusas, esos mismos funcionarios hablarán hasta el cansancio en los siguientes días tratando de evadir sus obligaciones y apostando al olvido como en los otros dos accidentes. Ya cuando ocurra la cuarta tragedia volverán a desempolvar el mismo discurso.
UNOS AL SERMÓN…
También en plena Semana Santa los concesionarios del transporte urbano y suburbano elevaron las tarifas aprovechando que son vacaciones –para inhibir protestas inmediatas de los estudiantes que verán afectada su lánguida economía – y que la mayoría de las personas están distraídas tanto por el asueto como por las celebraciones religiosas. Ahora sí como dicen los chilangos de Tepito: “Unos al sermón y otros al atracón”. Los empresarios adheridos a la Coalición de Transportistas del Estado de Veracruz que regentea el ultracuestionado Carlos Fidel Demuner Pitol aplicaron la nueva tarifa en el centro, sur y norte la entidad.
Sobrados y presuntuosos, estos transportistas lo hicieron pese al rechazo generalizado de la ciudadanía que les cuestiona brindar un servicio de pésima calidad y usar unidades chatarras lo que no justifica el incremento tarifario. Pero no actuaron solos pues tuvieron el respaldo del director de Tránsito y Transporte del Estado, Roberto López Santoyo y del secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez –una tras otra-, que dieron luz verde para dar el zarpazo. Y ante el alboroto en la prensa y las redes sociales por tal atraco, el gobernante en turno, Javier Duarte de Ochoa salió ayer mismo a desmentir que hubiera autorización del aumento tarifario.
Horas después, Bermúdez emitió un comunicado asegurando con mayúsculas en el texto –y las mayúsculas en la escritura significan gritos ya sea de desesperación o de atrevimiento- que “NO HAY AUMENTO”. En política, las coincidencias y los actos asilados no existen y por eso solo hay dos explicaciones sobre el asunto: uno, a Duarte ya no lo respetan ni le obedecen sus subalternos que hacen lo que quieren y acuerdan a sus espaldas, y dos –la más creíble y obviamente perversa-, es que dio su anuencia para concretar el incremento de tarifas ejecutada por sus colaboradores, Bermúdez y Santoyo, con el fin de medir las consecuencias en la opinión pública y como éstas fueron adversas, reculó. Así actúan ellos.
YO PECADOR
En fin, son días de guardar y reconciliación espiritual que muchos deberían aprovechar, sobre todo los políticos, para ir a los santuarios a pedir perdón por sus pecados que tienen repercusión en la coletividad. Son muchos los que deberían cargar el madero en los viacrucis para expiar sus iniquidades o por lo menos lavarse la boca con agua bendita para dejar de decir barbaridades. Uno de ellos es el diputado priista-panalista, Eduardo Sánchez Macías, quien pretendió robarse la liquidación que le correspondía a un grupo de empleados de su periódico al que despidió hace días. “No robarás”, dice el séptimo mandamiento mientras que el décimo exige “no codiciar los bienes ajenos”. Los dos son para Sánchez Macías.
Otra pecadora es la diputada porteña y presidenta del congreso local – la prófuga del nombre Lupe, el cual le avergonzaba pese a ser el que porta la Virgencita del Tepeyac y se lo cambió por el sofisticado “Anilú”- que jura sobre la biblia que ninguna de las féminas que están en el gabinete estatal, en cargos de elección popular o en la dirigencia estatal del PRI no recurrieron a la prostitución o ni subieron escalafones gracias a los favores sexuales sino que lo lograron por esfuerzo propio, capacidad y profesionalismo. La señora Anilú Ingram deberá pedir perdón por faltar al octavo mandamiento: “No levantarás falsos testimonios ni mentiras” y al noveno: “No jurarás en nombre de Dios en vano”.
El octavo mandamiento también fue roto por el ex panista y actual diputado plurinominal del tricolor, Ramón Gutiérrez de Velasco que, convertido en portavoz del duartismo y no de los veracruzanos que pagan su sueldo, niega la realidad y falazmente sostiene que “Veracruz no es asilo de delincuentes ni éstos son bienvenidos”. Asimismo, devenido en ensalzador del ineficaz secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez, al ex alcalde porteño habrá que recordarle que la Ley Mosaica le manda en primer lugar: “no adorarás dioses falsos ni te inclinarás ante ninguna imagen pagana que no sea la del Señor, tu Dios, y solo a Él deberás honrar”.
Los hermanos Leticia y Tomás López Landero, diputados federales –uno por el PAN en Córdoba y otro por el PRI en Zongolica- deben recordar que la pereza es uno de los siete pecados capitales y ellos llevan más de un año cobrando sin trabajar, además la pereza también es la madre de todo los vicios entre los que se incluyen los juegos de azar en el Big Bola del fraccionamiento San José, eh. El huatusqueño Víctor Serralde es un pecador tumultuoso por muchas razones. Para empezar ni se llama como dice llamarse ni es de Huatusco con lo que viola el octavo mandamiento.
Además acumula faltas por la avaricia, uno de los siete pecados mortales y por supuesto, atenta contra el séptimo y décimo mandamiento al codiciar los bienes ajenos y apropiárselos pues miren la fortuna que hizo a costa del dinero público con sus constructoras truculentas. Al alcalde cordobés Tomás Ríos Bernal su consejero espiritual le debe hacer entender que la soberbia también está incluida en el catalogo de los siete pecados capitales. En resumen, a todos los irredentos citados líneas arriba les falta un acto de contrición, rezando el “Yo pecador” porque sus malignidades, de palabra, obra y omisión, se alzan contra el cielo.