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Violencia intrafamiliar

Superiberia

Hasta ahora, la campaña para la dirigencia nacional del PAN —que arrancó hace un mes— había sido como uno de esos molestos pleitos conyugales de los vecinos, que comienzan un domingo por la mañana y duran el resto del día.

Gritos, reclamos, lloriqueos, burlas, portazos y el ruido de uno que otro plato roto… la intimidad colándose por la ventana entreabierta. Información innecesaria que se vuelve chisme sabroso y termina siendo un monótono fastidio.

Pero no pasa de ahí, pues, como todo el mundo sabe, el lunes hay que ir a trabajar y es muy probable que la pareja termine reconciliándose antes de apagar las luces.

Sin embargo, en el caso de Acción Nacional, la disputa ya es de grandes vuelos. La pugna rebasó los límites de la casa, se deshizo del pudor y se desbordó sobre las áreas comunes del condominio.

Esto va más allá de provocar pena ajena y cuchicheos cargados de ironía contra la familia que antes todo el condominio envidiaba por ser modelo de convivencia civilizada. La zacapela conyugal de la casa blanquiazul ya empezó a afectar la vida de los demás.

Que yo recuerde, ésta es la primera vez que el pleito interno de un partido tumba los acuerdos en el Congreso de la Unión.

Lo que ocurrió ayer ha puesto en duda la aprobación de las leyes secundarias de las reformas electoral y de competencia económica, así como la instalación de la mesa de negociación en materia de telecomunicaciones. Al menos en este periodo de sesiones.

A las diez de la mañana, se reunieron en la sala de juntas de la Junta de Coordinación Política del Senado los legisladores Emilio Gamboa, Cristina Díaz, Miguel Ángel Chico y Enrique Burgos, del PRI; Jorge Luis Preciado, Héctor Larios, Roberto Gil y Javier Corral, del PAN, y Luis Miguel Barbosa y Alejandro Encinas, del PRD, así como Humberto Castillejos, el consejero jurídico de la Presidencia, y Felipe Solís Acero, subsecretario de Enlace Legislativo de la Secretaría de Gobernación.

Los vecinos sabían que el matrimonio de la casa blanquiazul traía broncas, pero finalmente la pareja había llegado a la reunión de condóminos donde se tomarían acuerdos importantes para todos.

La cita era para terminar de destrabar los acuerdos en torno de la legislación electoral y fijar la hora para convocar a las comisiones unidas.

El plan era subir ayer mismo al pleno del Senado el primero de tres dictámenes en la materia —la nueva Ley General de Ordenamientos e Instituciones Electorales—, dispensar los trámites y abrir la discusión con miras a aprobarlo aunque fuera en la madrugada.

También se conversaría sobre el curso de las otras dos piezas del paquete —las leyes generales de Partidos Políticos y de Delitos Electorales—, que van más retrasadas que la primera.

Los avances habían sido producto de una negociación de al menos dos semanas, en la que también habían participado diputados federales del PRI, PAN y PRD, así como funcionarios federales encabezados por el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y el jefe de la Oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño.

Lo mismo había ocurrido en el terreno de la reforma de competencia económica. En esa mesa habían colaborado, además, los secretarios de Economía, Ildefonso Guajardo, y de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, junto con sus respectivos subsecretarios.

Cuando las partes intentaban dar el impulso final a la aprobación de las leyes secundarias de esas dos reformas, el pleito panista inundó la sala de juntas: el senador calderonista Roberto Gil Zuarth desconoció los acuerdos a los que había llegado su compañero de bancada, el maderista Héctor Larios.

Uno y otro tienen la expectativa de llegar a la coordinación de la fracción panista en caso de que gane el candidato al que apoyan en la lucha por la dirigencia del partido: Ernesto Cordero y Gustavo Madero, respectivamente.

Pero Jorge Luis Preciado, el actual coordinador, no quiso quedarse atrás y reventó lo poco que quedaba de los acuerdos. Si no hay reforma electoral, dijo, tampoco habrá de telecomunicaciones, y anunció que su bancada no se sumaría a esa discusión.

Al margen de lo que venga —todavía habrá un intento hoy viernes para aterrizar los acuerdos—, el pleito panista ha puesto de cabeza al condominio.

Los platos que se tiran los bandos de Madero y Cordero vuelan por las escaleras y se hacen añicos en el estacionamiento. En los corredores retumban los insultos. Es el borlote.

Azorado, el resto de los vecinos no tiene más remedio que agacharse y cubrirse.

El problema es que, a diferencia de un verdadero pleito conyugal que se torna violento, aquí no se puede llamar a la policía para meter en orden a la pareja o llevarse a alguno preso.

Y pensar que aún falta un mes de esto. ¿Habrá por ahí algún terapeuta que enseñe a los panistas cómo pelear?

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