La más absoluta frivolidad invadió el Congreso de Veracruz. Del tratamiento de asuntos de orden público e interés general en beneficio de la sociedad, se ha pasado a algo que no deja de parecer mero capricho y superficialidad, como es el cambio de nombre oficial de una persona a un nombre artístico, cariñoso o diminutivo, que no dejaría de ser del mero interés de la involucrada si no fuera porque los procedimientos para hacerlo revelan un abuso caprichoso del poder.
Se trata de la señora, o señorita diputada, Ana Guadalupe Ingram Vallines, nada menos que la presidenta de la Honorable Legislatura de los veracruzanos. Resulta que, como el nombre que usó para ser reina del carnaval porteño fue el de Anilú I, que quizá sea una contracción del propio, o una forma mimada o fresa de expresarlo, y ese mismo le sirvió durante su carrera como fulgurante estrella doméstica de la televisión, ahora tiene el capricho de que el Congreso estatal se deleite teniendo como presidenta a la misma exitosa Anilú.
Y para ello, presuntamente dio los pasos necesarios, que son establecer una jurisdicción voluntaria ante el juez de lo civil y, luego de las justificaciones necesarias y de la publicación de edictos en el periódico oficial del Estado, y en los diarios de mayor circulación, recibir providencia favorable a su necesidad urgente (e imperativo para los veracruzanos, seguramente) de deshacerse del nombre de pila “Ana Guadalupe”.
El problema es que oficialmente ha comenzado a emplear el diminutivo Anilú y ha propagado a todos los puntos contenidos en la rosa de los vientos, que ya efectuó el cambio. Con lo que no contó es con la prensa cada vez más acuciosa, que ha encontrado anomalías en el procedimiento, en primer lugar, por el transcurso del tiempo que normalmente transcurre para una gestión de esa índole, y segundo, porque los imprescindibles edictos brillan por su ausencia.
Jaír García, en nota publicada en La Jornada Veracruz, aclaró que “desde el 5 de noviembre, fecha en que rindió protesta como legisladora local y día en que le confirieron el cargo como presidenta de la Mesa Directiva, hasta ayer lunes 31 de marzo, en ninguna de las ediciones de la Gaceta Oficial del Estado existe registro de algún edicto, donde la diputada local haya promovido un juicio civil para cambiar su nombre”.
Continúa: “Incluso en la Gaceta Oficial de ayer, aparece un documento del Poder Legislativo, firmado por ella, como presidenta de la Mesa Directiva del Congreso Local, a nombre de Ana Guadalupe Ingram Vallines”.
La referencia es porque el lunes anterior, la diputada presidenta confirmó que ya había hecho su cambio de nombre de manera oficial, previo cotejo para que no existiera otra persona con el mismo, y mediante un trámite que duró unos 35 días, aunque (¡uppss!) dijo no recordar cuándo fueron publicados los edictos correspondientes.
En resumen, lo que hizo Jaír fue echar abajo la mentira de Ana Guadalupe, quien ya había girado instrucciones al área de Prensa del Congreso para que los boletines consignaran su nombre como Anilú. Démonos de santos que no se le ocurrió anteponerle “Su graciosa majestad”, al fin que ¿qué?… Cada quien se pone el nombre que quiere, y más si es diputado, y peor si es priista, y todavía más favorable, si lo es en Veracruz, en la época del duartismo.
Estas son las temáticas que ocupan el interés de la presidenta de los legisladores, que no ocurrirían si los candidatos para ser diputados se escogieran entre políticos profesionales, serios y con responsabilidad social, y no personitas sin oficio que ignoran lo que es tener compromiso con la comunidad.
Aquí sí habrá que apelar al eminente filósofo de la contemporaneidad, Willy Colón, que resuelve esto explicando:
“No tiene talento pero muy buena moza/ Tiene buen cuerpo y es otra cosa/. Muy poderosa en televisión/ Tiene un trasero que causa sensación”.