Los gigantes de la tecnología, Facebook, Twitter e instagram suspendieron indefinidamente las cuentas del mandatario estadounidense, Donald Trump, esto luego del caos en el Capitolio de EU.
Muchas personas celebraron esta decisión, pensaban que con esta medida frenarían los daños, pero, la verdadera pregunta aquí, ¿es bueno que las redes sociales tengan tanto poder?.
¿Por qué empresas privadas, que han sido sujetas a investigaciones judiciales, que operan con base en sus intereses políticos y comerciales, van a decidir qué se puede decir y qué no en el debate público y, sobre todo, quiénes y cómo pueden hacerlo?.
El poder que tienen estas empresas tecnológicas es inmenso, el riesgo de que censuren discursos con la anuencia de las sociedades, a costa de dejar en manos de estas empresas el derecho a la libertad de expresión y la regulación de expresiones públicas, tarea que en cualquier sistema democrático le corresponde más bien al Estado.
Bloquear los comentarios y suspender las cuentas como le ha pasado a Trump, es algo que nos ha pasado a todos, podría parecer divertido o sin valor, pero arrastra una sombra de hipocresía, porque han sido precisamente estas plataformas las que han albergado y permitido la difusión de discursos de odio que traspasaron la pantalla para imponerse en las calles, sin importar el país del que se trate.
Y no hicieron nada para frenar esa expansión radicalizada de grupos como el que convirtió el 6 de enero de 2021 en uno de los días más funestos para la democracia.