Con todo y las cuotas partidistas de por medio, la designación de los 11 integrantes del Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE) demostró la capacidad del sistema político para poner al día sus reglas del juego.
Ningún pronóstico catastrofista se cumplió. De entrada la votación del acuerdo en la Cámara de Diputados resultó alta: 417 a favor de la lista de los árbitros negociados entre PRI, PAN y PRD.
Cinco días antes de que venciera el plazo, el pleno de San Lázaro legitimó el consenso alcanzado por las dirigencias de los partidos y sus coordinadores parlamentarios.
Atrás quedaron las amenazas de ruptura, de insacular las quintetas de los candidatos, de armar una mayoría calificada sin el PAN o sin el PRD. Y peor aún: de pasarle la tarea a la Suprema Corte.
Constitucionalmente se requería del aval de dos terceras partes del pleno, es decir, del voto de al menos 333 diputados.
Este jueves el tablero del recinto legislativo arrojó un saldo numéricamente superior, una cifra que da cuenta de la capacidad del priismo gobernante para reconocer, asimilar y capitalizar la realidad a su favor.
Porque sin perder la batuta del proceso, el gobierno de Enrique Peña otorgó al jefe de la bancada priista, Manlio Fabio Beltrones, márgenes para cabildear un reparto del Consejo Electoral acorde al peso de cada fuerza política.
El PRI se quedó con cuatro espacios: Adriana Margarita Favela Herrera, Enrique Andrade González, Marco Antonio Baños y Beatriz Galindo Centeno.
Al PAN le correspondieron tres: Roberto Ruiz Saldaña, Benito Nacif y Arturo Sánchez Gutiérrez.
Y el PRD colocó a tres: Ciro Murayama Rendón, Alejandra San Martín Ríos y Javier Santiago Castillo.
Pero antes, el gobierno hizo suyo al candidato menos oficialista, al de mejor cartel en los medios, al vinculado con la izquierda de Andrés Manuel López Obrador, así sea por razones familiares.
Y es que al apuntalar a Lorenzo Córdova Vianello —hijo de Arnaldo Córdova, historiador reconocido y fundador del PRD—, los priistas desactivaron la pelea por la presidencia del INE. Pronto perredistas y panistas respaldaron su desginación transexenal, ya que conducirá los procesos electorales hasta 2023.
Una vez resuelta la titularidad, el jaloneo se centró en el balance del reparto porque tres consejeros llegan por nueve años, cuatro por seis y tres por tres.
La negociación se complicó cuando las quintetas —formuladas por un Comité Técnico de Evaluación— no incluyeron a ninguna de las dos cartas fuertes del PAN —Arturo Sánchez y Jacinto Silva— en las listas de mayor tiempo.
Pero en una demostración de la flexibilidad con la que la partidocracia aprendió a operar desde el arranque del sexenio, el PRI ofreció crecer a uno de sus prospectos —Roberto Ruiz Saldaña—, a cambio de sacrificar a la ahora exconsejera del IFE María Marván, ubicada en una quinteta de sólo tres años. Los panistas aceptaron, sacrificando a la también excomisionada del IFAI, cuyas críticas a la creación del INE a finales del año pasado le restaron puntos a la hora de sumar adhesiones.
En el caso del PRD, una vez más se presentó el cuestionamiento de la corrriente Izquierda Democrática Nacional (IDN), persistente en cualquier acuerdo que la dirigencia de
Jesús Zambrano toma con el gobierno. Pese al voto en contra de la cuarta parte de la diputación perredista, el reparto incluyó a ese grupo que encabeza el profesor René Bejarano, promotor del ahora consejero Santiago Castillo.
Al final, las dirigencias partidistas quedaron satisfechas con un INE en el que se consideran representadas, el objetivo políticamente más importante para el gobierno, que los actores electorales confíen en sus árbitros.
Y así lo confirmaron con discursos de exaltación a lo conseguido tanto Beltrones como el perredista Silvano Aureoles y el panista Luis Alberto Villarreal García.
Llama la atención que mientras un segmento de la izquieda lopezobradorista se manifestó en contra —el de Movimiento Ciudadano—, la mayoría de los diputados del Partido del Trabajo respaldaron las designaciones.
Se dirá que tres consejeras son muy pocas mujeres. Sin duda. La hegemonía del Club de Toby nos persigue en todos los ámbitos. También en la vida política.
A falta de equidad de género, destaca un relevo generacional plural: gente de tribunales, de operación electoral y con robustas credenciales académicas. Habrá quien desde la pureza de su cubículo reclame la falta de ciudadanos libres de filiaciones políticas. Imposible para un país donde esto es lo que hay: una partidocracia que funciona.
La novedad es que con o sin Pacto por México, o acaso con Pacto por evento, esa partidocracia sabe ponerse de acuerdo casi tersamente para renovar las reglas de la disputa del poder.
Sí, pese a nuestros males y a los vicios y déficit de la vida politica, la normalidad democrática está con nosotros. Y esa siempre es una buena noticia.