A diferencia de lo ocurrido en el último siglo, Nueva York marcó la llegada del año nuevo con un Times Square prácticamente desierto, en la que sólo un puñado de trabajadores esenciales y los agentes desplegados en la zona pudieron ser testigos del descenso de la icónica y enorme bola.
Los neoyorquinos hicieron así caso a los llamamientos de la Policía de Nueva York, que un día antes habían insistido en que el público general no debía, ni podía, acudir a Times Square para celebrar las últimas horas de 2020 y las primeras de 2021.