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OBISPOS EN ALERTA

En ese Veracruz de algodón azucarado y de color de rosa que pinta el gobernante en turno, Javier Duarte de Ochoa, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), a través de su Comisión para la Pastoral Social, emitió el pasado viernes un llamado urgente al Gobierno federal y a las autoridades veracruzanas para que investiguen y esclarezcan las amenazas de muerte contra el sacerdote Julián Verónica González, párroco de Amatlán de los Reyes y de los integrantes del colectivo Defensa Verde-Naturaleza Siempre, impulsores de que se proteja a la cuenca del río Blanco, donde el Gobierno estatal pretende edificar una hidroeléctrica.

 A cargo de la empresa brasileña Odebrecht -ligada al ex gobernante estatal, aquel que no debe ser nombrado y protegida del cordobés, su sucesor- el proyecto hidroeléctrico conocido como El Naranjal ocasionará un daño irreparable al medio ambiente y eso ha movilizado a los lugareños en contra de la construcción del complejo, pues de concretarlo, se exterminarán las especies acuáticas, se deforestarán los márgenes del afluente y secarán manantiales, además de la contaminación por la producción del fluido eléctrico que generan campos electrostáticos, los cuales según científicos son causantes de diversos tipos de cáncer, según las teorías de muchos científicos.

Hay que patentizar que el asunto no es menor, y algo muy grave pasa en la región, en especial Amatlán de los Reyes, que ya fue noticia nacional por hechos sangrientos que se dieron en agosto del año pasado: el asesinato  de Noé Vázquez Ortiz, uno de los ambientalistas opositores a la presa El Naranjal, que fue lapidado por un par de sicarios, presuntamente contratados ex profeso. Esa fue la reacción violenta de los interesados en que se construya la presa y ahora su viuda, Guadalupe de Jesús Salcedo, así como la abogada de la familia, Rosalinda Hidalgo, tienen amagos de sufrir atentados contra su vida por reclamar justicia y continuar la lucha para defender al río Blanco.

 Ahora interviene directamente la Conferencia Episcopal, al denunciar públicamente que un religioso, el padre Julián Verónica, está en peligro. Desde diciembre pasado se intensificaron las amenazas en contra del responsable de la parroquia de Los Santos Reyes, quien se ha distinguido por su trabajo pastoral a favor de los más débiles;  ha caminado junto a los pobres, ha defendido a los migrantes, y desde el púlpito, ha denunciado las injusticias y los atropellos a los derechos humanos, entre ellos el intento de perpetrar un ecocidio con el proyecto El Naranjal.

 Los obispos del país le expresaron directamente al presidente Enrique Peña Nieto y al gobernante local, Duarte de Ochoa, que el párroco y las dos señoras están en peligro real de ser asesinados, y les exige que se les proteja, además de que deben  investigar las amenazas, dar con los emisores y castigarlos. Eso quiere decir que cualquier cosa que les pase a Guadalupe de Jesús Salcedo, Rosalinda Hidalgo o al sacerdote Julián Verónica, la responsabilidad será de Javier Duarte de Ochoa y Enrique Peña Nieto. No es difícil deducir de donde vienen esas amenazas, basta revisar la forma de operar de la firma brasileña Odebrecht en otros países, donde también han sido asesinados los ambientalistas opositores a proyectos similares, y el comportamiento de quien gobernó Veracruz en el sexenio pasado para deducir que son capaces de todo. Así actúan ellos.

 Es más, los siete obispos que signan el llamado confirman que atrás del proyecto hay asuntos turbios. “Queremos llamar la atención en torno al proyecto hidroeléctrico El Naranjal, en el cual se mueven muchos intereses, que llevan a determinados actores de la zona a implicarse en actividades de presión psicológica violenta contra grupos o personas”, dicen. Y de paso, estropean el discurso de la paz duartista, pues señalan una inestabilidad en la región por el clima de violencia e inseguridad.

 “De no detener estas acciones, podría agudizarse el clima de violencia e inseguridad que se vive en la zona, así como las violaciones a los derechos humanos de los activistas socioambientales y diversos habitantes de Veracruz, por el solo hecho de defender sus tierras y patrimonio”, precisan en el comunicado.  Es también importante destacar que el comunicado obispal es de los pocos que se han dado con tal señalamiento puntual, mencionado un caso de amagos con nombres y apellidos, pidiendo protección para los amenazados y señalando un proyecto que atropella a la población.

Es de considerarse el tono del comunicado, pues siendo una institución ultra-conservadora, pocas veces la Iglesia Católica emite un llamado de exigencia directa a los gobernantes. Entonces, eso sirve para medir el tamaño del riesgo para los activistas y para el sacerdote Verónica, que alertó al Clero católico y que, obviamente, confirma el nivel de descomposición social y corrupción que hay en Veracruz, donde nadie detiene a los poderosos que tienen sus intereses en el proyecto hidroeléctrico.

Éstos pueden hacer lo que quieran porque, al parecer, Duarte de Ochoa está dispuesto a defender la construcción de la presa a sangre y fuego, sin importar que haya vidas cegadas. Ya mataron a Noé Vázquez y ahora otros están en la mira de esos facinerosos. Ante la indefensión de aquellos que buscan proteger al medio ambiente porque las autoridades toleran a los agresores, no queda opción que esperar el cumplimiento de aquella sentencia lanzada por el evangelista Mateo hace dos mil años: ¡Caiga sobre ellos la sangre de los justos!

 

CUCHULATILANDIA

Y en ese Veracruz donde ya no hay balaceras ni secuestros, donde la gente disfruta de paz y prosperidad, y donde la violencia es cosa del pasado, se continúan escribiendo hechos sangrientos que estropean el discurso galante y facilón del gobernante en turno. La semana pasada, en el sur del estado, delincuentes protegidos por la Policía, y en complicidad con operadores de la empresa Ferrocarriles del Sureste (Ferrosur), atacaron a migrantes indocumentados que viajaban “de mosca” en los vagones del ferrocarril. A los que no pagaron la cuota de cien dólares, los arrojaron del tren en movimiento. Murieron dos y otros más resultaron severamente heridos.

En el Veracruz de ilusión, los secuestros y las “desapariciones” de personas no cesan. Los casos de la última semana fueron una maestra y su hija en Hueyapan de Ocampo, dos ganaderos -uno en la zona centro y otro en el sur-, tres jovencitos en la zona conurbada Veracruz-Boca del Río y una muchachita con discapacidad motriz en Xalapa. En el Veracruz color de rosa, también siguen imparables los asaltos a comercios, transeúntes, sucursales bancarias y casas-habitación, ya sea a  punta de pistola o con machete. Todo esto mientras el secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez, sigue repitiendo que ya casi atrapan a los responsables de un asalto bancario que sucedió ¡hace tres semanas!

El ineficiente funcionario se la vive dando pretextos burdos para justificar la inoperancia de la dependencia a su cargo, mientras que los delincuentes viven de plácemes porque ni los persiguen ni los atrapan. Vaya, hasta pareciera que tienen permiso para delinquir. De la misma forma, en el Veracruz de terciopelo, de dátiles y miel que pregona el cordobés, efectivos militares abatieron a diez presuntos secuestradores, integrantes de una célula del narcotráfico que operaba a sus anchas en  Perote, municipio que gobernó uno de los favoritos de Palacio de gobierno, el ex alcalde del lugar y actual diputado local, Juan Manuel Velázquez Yunes. Dicha  banda se sentía segura en tierra del senador José Yunes Zorrilla, que aspira a suceder al cordobés en la silla gubernamental.

 En el Veracruz idílico para el duartismo, han asesinado más de 30 taxistas en diferentes puntos de la geografía estatal, el último de ellos en Rafael Lucio, y en la zona centro, en el río Blanco siguen apareciendo cuerpos de personas ejecutadas por la mafia. Los lugareños le llaman el “río cementerio”, y en los últimos tres años, han sacado más de medio centenar de cadáveres de ese afluente. Si se edifica la presa El Naranjal, pues los despojos humanos ya tendrán alberca donde nadar, y al menos, será más fácil sacarlos, eso puede usar Duarte de Ochoa como propaganda a favor del complejo hidroeléctrico, ¿no creen?

 La ola de homicidios sacude a todo el territorio del Veracruz acaramelado. En Xalapa fue asesinada a puñaladas la hermana de un funcionario del Tribunal Superior de Justicia del Estado (TSJE), y en Vega de Alatorre, un ganadero fue plagiado por un grupo armado que asesinó a su hijo y a dos de sus escoltas. En Misantla, otros dos ganaderos fueron ejecutados en pleno centro de esa ciudad, conocida como “La Señorial”. Es decir, más de quince hechos violentos en solo una semana que dejaron -hasta el momento- 16 personas fallecidas y siete secuestrados.

 En ese Veracruz donde, según Duarte de Ochoa, está vigente un modelo policial que garantiza seguridad y tranquilidad, los pobladores del centro y sur de la entidad rechazan la presencia de los policías estatales, a quienes acusan no solo de tolerar la delincuencia, sino de participar por ella. Los señalan de agredir a la población y ser responsables de la “desaparición” de lugareños. Además es evidente el fracaso del llamado Mando Único Policial bajo responsabilidad de Bermúdez Zurita, el inamovible de la “prosperidad”.

 A pesar de que la entidad se le deshace en las manos, el gobernante se empecina en negar la realidad y vive en una burbuja de ilusión, protegiendo a los ineficientes y faltándole el respeto a los millones de veracruzanos que padecen el horror diario de lo antes citado. Por eso, algunos resignados y mordaces proponen que Duarte de Ochoa envíe una iniciativa al Congreso local para cambiarle el nombre al estado y rebautizarlo como “Cuchulatilandia”, pues su discurso del “no pasa nada” es igual que su teoría de los “cuchulates” –cuando aludió a que su abuelito padecía dislexia oral y no podía pronunciar la palabra “chocolate”, pero la decía “cuchulate”.

 Con ella  pretendió demostrar que en Veracruz se respeta la libertad de expresión y de prensa, aún cuando estaba pisando la sangre de los once periodistas asesinados –claro, once el año pasado, cuando dijo tal disparate, porque ahora ya suman doce con la muerte de Gregorio Jiménez-. Ah, y este miércoles 2 de abril, se cumplirá un año de aquel discurso tan sesudo de los “cuchulates” -una especie de  versión actual de las famosas “fideliñas”, o sea, las mentiras y tomaduras de pelo que acostumbra hacer el innombrable, su antecesor- durante la ceremonia del reconocimiento que le entregó la Asociación Mexicana de Editores de Periódicos (AME), el cual fue catalogado por todos como “El Chayo-Premio” y ocasionó una vorágine de críticas a nivel nacional e internacional.

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